Los budistas tibetanos de la prefectura autónoma de Ganzi, al oeste de China, se han acostumbrado a la fuerza a vivir su espiritualidad con discreción, sobre todo en lo que concierne a mostrar apoyo a su líder, el dalái lama, ante el control y vigilancia de las autoridades comunistas.

"Mucha gente elige llevar su fe en el corazón", dice un lama de unos treinta años de Kangding, la capital de Ganzi, donde alrededor de un 80 por ciento de su casi millón de habitantes es de etnia tibetana.

El joven lama, que prefiere no identificarse, explica que no le está permitido tener una imagen del dalái lama ni siquiera en su dormitorio del monasterio, pero confiesa con timidez que la guarda en algún lugar "secreto".

Y es que Pekín no sólo no reconoce al dalái lama, sino que le acusa de estar detrás de las tensiones y protestas proindependencia, a veces en forma de inmolaciones, que existen desde hace años en la Región Autónoma del Tíbet y en zonas limítrofes tibetanas como Ganzi, al oeste de la provincia china de Sichuan.

Unas tensiones que vivieron su punto álgido de las últimas décadas en marzo de 2008, cuando decenas de personas murieron en revueltas que arrancaron en Lhasa, la capital del Tíbet, y se extendieron por provincias chinas por las que también se extiende la meseta tibetana (Sichuan, Gansu y Qinghai).

Desde entonces, 145 tibetanos se han quemado a lo bonzo en esos territorios, 45 de ellos en Sichuan, según organizaciones como Save Tibet o Radio Free Asia, con sede en Estados Unidos.

La última inmolación de la que se tiene constancia es la de un lama de 18 años, Kalsang Wangdu, a las puertas de su monasterio en Ganzi el pasado marzo.

El gobernador de esta prefectura, Yu Xi Da Wa, considera que informaciones así son "manipuladas por fuerzas externas".

Reunido con un grupo de periodistas en Kangding, entre ellos Efe, afirma que la zona vive en "paz".

En contraste con lo que asegura Yu, un informe publicado hoy por Human Rights Watch (HRW) subraya que la mayoría de protestas en zonas tibetanas desde 2008 han tenido lugar en Sichuan.

Asimismo, detalla cerca de 500 detenciones en la meseta tibetana entre 2013 y 2015, casi todas relacionadas con muestras de apoyo al dalái lama.

Tsering, un vecino de Kangding identificado sólo así por su seguridad, asegura que hay "tensión por todas partes", y que, si la situación no se descontrola, "es porque los tibetanos queremos proteger nuestra cultura, y sabemos que hay cosas que no podemos hacer".

Una de ellas es tener el clásico altar privado en homenaje al dalái lama, exiliado en Dharamsala (India) desde que China invadió Tíbet en 1950. "El Gobierno chino -dice a Efe- no lo permite, ni siquiera dentro de las casas. Si lo descubren, te envían a la cárcel".

Con él coincide un comerciante de esa misma ciudad: "no tengo ninguna imagen del dalái lama, pero le llevo siempre en el corazón. Muchos tibetanos así lo hacemos en pos de la paz", comparte con Efe.

"Las religiones se deben adaptar a la cultura del país. No importa si vives en un monasterio o eres un monje. Debes seguir la ley", enfatiza el gobernador Yu, ante la insistencia de los periodistas sobre la aparente inestabilidad en la prefectura.

Una "ley" que el lama de Kangding interpreta de manera muy distinta: "no hay nada que puedas hacer, porque (las autoridades) están apuntando con una pistola a tu sien", indica a Efe, y también afirma que "aún hay incidentes" en Ganzi.

Entre otros ejemplos similares ocurridos ahí y en otros lugares, el citado informe de HRW incluye que en julio de 2015 las fuerzas de seguridad chinas abrieron fuego cuando unas 1.000 personas se concentraron en Nyagchuka (Ganzi) para condenar la muerte de un conocido lama local que estaba en custodia.

Sin confirmar directamente los conflictos, el gobernador de Ganzi destaca que "la estabilidad es de importancia vital, ya que lo contrario sólo aboca al desastre". En virtud de ello, cita la inversión del Gobierno chino (unos 4.000 millones de euros al año en infraestructuras y otros servicios) para desarrollar la prefectura.

"¿Acaso podemos confiar en que el dalái lama lo financie?", espeta.

Una compleja tesitura que un vecino de Danba, localidad de Ganzi donde tampoco hay rastro del dalái lama, pero sí abundan los retratos de Mao Zedong en casas, coches y establecimientos, resume así: "como tibetanos, aún tenemos que creer en él", dice refiriéndose al líder espiritual, sin querer pronunciar su nombre.

Y añade, "pero no puedes oponerte al Partido Comunista".