Cada marea arroja sobre las playas de Canarias hasta 120 gramos de trocitos milimétricos de plástico por metro cuadrado de arena, testimonio de unos niveles de suciedad en los océanos que inquietan, porque el plancton puede incorporar esa basura (y sus contaminantes) a la cadena alimenticia.

Diversos estudios llevan advirtiendo desde hace años de que los océanos están llenos de miles de toneladas de plástico que tardan décadas en degradarse y que, con frecuencia, matan de forma lenta y cruel a aquellos cetáceos y tortugas que se los comen pensando que se trata de calamares o medusas, porque les obstruyen el estómago.

El grupo de Ecofisiología de Organismos Marinos (Eomar) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria se ha propuesto ahora saber qué ocurre con el paso del tiempo con esos plásticos, cuando los procesos naturales los acaban triturando en pedacitos milimétricos, susceptibles de ser ingeridos por peces e, incluso, por la base de la cadena alimentaria de los océanos: el zoopláncton. Un equipo dirigido por la investigadora Alicia Herrera Ulibarri lleva desde hace casi un año visitando regularmente las playas de Las Canteras (Las Palmas), Famara (Lanzarote) y El Ámbar (La Graciosa) para medir las dimensiones del problema. El equipo de Eomar recolecta cada dos semanas los trozos de plástico de menos de 5 milímetros que el mar ha depositado ese mismo día en la primera línea de marea (los investigadores recogen restos solo sobre la superficie, sin llegar a excavar en la arena para tomar depósitos de mareas anteriores).

La media de aporte de microplásticos a esas playas es de 120 gramos por metro cuadrado en Famara y La Graciosa y de 40 gramos en Las Canteras, en un proceso que no es exclusivo de Canarias, sino que se ha observado ya en más países, según se puso de manifiesto en una conferencia internacional celebrada en mayo en Lanzarote. "Es un problema global", explica a Efe Herrera Ulibarri, que remarca que en esa "microbasura" no solo hay fragmentos desintegrados por el mar, sino que con frecuencia se encuentran "pellets", bolitas que se usan como materia prima para fabricar plásticos que sólo pueden provenir de vertidos de las industrias que las emplean o de pérdidas de los buques que las transportan. El objetivo final del proyecto "Microtrofic" de la Universidad de Las Palmas consiste en averiguar si esos pequeños plásticos pueden entrar en la cadena alimentaria y acumularse de organismo en organismo, a partir de dos premisas: ya se ha comprobado que hay microorganismos que se los comen y se sabe que esos plásticos suelen transportar contaminantes peligrosos.

La muestra de caballas

El grupo Eomar verificó en una muestra de caballas pescadas en Canarias que algunas tenían en su estómago microplásticos. Ahora, se propone hacer un experimento más sistemático: proporcionará microplásticos a un cultivo de zooplancton en laboratorio, alimentará con esos microorganismos a caballas y dará de comer esos peces a tortugas marinas. Con ello se pretende saber si los contaminantes en esos pequeños trozos de plástico se acumulan a lo largo de la cadena alimentaria de los océanos y suponen un peligro para los seres que están al final de ellas, tanto las ballenas como el hombre.