lA FACULTAD humana que permite la comunicación y la expresión del pensamiento es el lenguaje articulado. Gracias a él el ser humano es el único animal que posee la más extraordinaria capacidad de comunicación. El teléfono móvil incrementa de forma decisiva esa capacidad. Por ello, podemos decir que los móviles hacen a las personas más humanas, ya que con su uso multiplican y hacen más ubicua su capacidad de comunicación.

El uso del teléfono móvil se ha generalizado de tal manera que en la actualidad la inmensa mayoría de los españoles disponen de uno o más de estos aparatos. Hasta los niños, a partir de los diez años -y a veces menos- los usan con una soltura envidiable.

Ciertamente, el uso del móvil aporta muchas ventajas. La principal de ellas es la de poder estar siempre localizado, habiendo llegado a sustituir a aquellos aparatos buscapersonas de hace una década que no permitían interactividad. Aunque, sin lugar a dudas, la mayor cualidad es poder utilizarlo en cualquier momento y lugar, especialmente en casos de emergencia, necesidad o urgencia: situaciones de riesgo grave por accidente, enfermedad, actos delictivos, averías en la carretera, etc. Pero, claro, el uso de este celular implica también una cierta disciplina, respeto o consideración hacia los demás, toda vez que resulta muy molesto acudir a un lugar público donde se requiere silencio, como en cines, teatros, conciertos, conferencias, reuniones, actos religiosos en el interior de las iglesias, etc., y ser sorprendido desagradablemente por las llamadas sinfónicas que alguna persona asistente recibe por no haber tenido la precaución de apagarlo o silenciarlo previamente.

Para muchas personas, el teléfono móvil forma parte de su personalidad. Sin él no son nada. Lo usan constantemente. Incluso se atreven a atender llamadas que reciben cuando están conduciendo un vehículo sin llevar el dispositivo de "manos libres", lo que, además de merecer una sanción administrativa (multa) con pérdida de tres puntos en su carné de conducir, supone un peligro para los demás usuarios de las vías públicas por la merma de atención y movilidad del conductor imprudente.

El uso del móvil se ha generalizado tanto en la actualidad que ya es una herramienta imprescindible para los negocios; para contactar con nuestros hijos cuando salen con sus amigos; para enviar y reenviar mensajes de felicitación por Navidad y Año Nuevo, para recibir constantes mensajes o llamadas de las operadoras telefónicas ofertando promociones: para participar con nuestros mensajes en diversos programas y concursos televisivos y hasta para invitarnos a asistir a concentraciones o manifestaciones políticas, sociales, etc.

Los niños, los adolescentes y los jóvenes, sobre todo las féminas, son los principales usuarios de los móviles. Más del 40% de ellos pasan más de cuatro horas al día pendiente del móvil. Lo usan preferentemente para enviar SMS (Short Message Service) a sus amigos. Como la extensión de cada SMS está limitada, para ahorrar espacio y poder enviar un texto mayor y con menor coste, emplean un código de abreviaturas que ellos entienden sin dificultad y que a cualquier neófito le resultaría complicado interpretar su lectura. La proliferación de estos SMS abreviados, con tan particular lenguaje, está influyendo en la forma de escribir habitual de los jóvenes provocando frases más sencillas, errores ortográficos, ausencia de signos de puntuación, un vocabulario pobre o simple en palabras, porque se mezclan caracteres que no son propios de las palabras y suponen una alteración de normas tan elementales como la concordancia, con gran repercusión en sus actividades escolares: exámenes, redacciones, trabajos, etc.

Tal vez, uno de los mayores problemas del abuso del móvil que hacen algunos jóvenes es que les origina una adicción. Sus autores son chicos o chicas con baja autoestima y problemas para relacionarse, que sienten una necesidad continua de estar conectados y en contacto con alguien. Su adicción al móvil es tal que pueden llegar a deprimirse o influir negativamente en el desarrollo de su personalidad cuando no disponen de él por avería, pérdida, falta de saldo, etc. ¿Y quién tiene la culpa de este abuso o adicción? Pues no cabe duda de que parte de la responsabilidad la tienen los padres, por comprar un móvil a sus niños porque no quieren que sus hijos se sientan discriminados por ser los únicos que no los tengan de su grupo y porque quieren que los lleven siempre conectados para tenerlos localizados.

Si supieran los padres lo que opinan los maestros o profesores del uso y abuso de los móviles que hacen sus hijos en las escuelas, seguro que les prohibirían que los llevaran a las clases.