Guacimara, María del Mar, María, Cande... Tienen personalidades diferentes, sus vidas se alimentan de ilusiones a veces contrapuestas, no son familia, no comparten un trabajo, pero tienen algo en común que las mantiene unidas. Sienten la necesidad de proteger a los animales, de defender sus derechos, de levantarse temprano cada día, incluso de madrugada, cuando uno de aquellos cachorros sin madre y abandonados necesitan de biberón para seguir latiendo. Se agrupan bajo el nombre de Anda La Palma y no están dispuestas a rendirse pese a carecer de los apoyos y el calor que su esfuerzo merece.

Suelen remitir a los medios comunicados que a veces son simplemente cartas cargadas de recuerdos, de vivencias, de reclamos que consideran justos, misivas de auxilio que casi siempre se pierden en la vorágine de las redacciones. Recogen gatos, perros, cualquier animal que se encuentre abandonado, que meten en sus viviendas, en las casas de amigos tras rogar una ayuda de semanas; se gastan parte de sus recursos económicos en vacunas, en alimentos, en mantas, mientras esperan por la construcción de un albergue insular, municipal, lo que sea, que nunca acaba de llegar.

En su última carta flaquean. Parecen, por un instante, perder todas las fuerzas que siempre habían desprendido con naturalidad. "Estamos cansadas, agotadas física y mentalmente; a veces pensamos que si llega el día en el que ya no podemos más, en que las fuerzas, el espíritu de lucha, la energía, nos abandona, entonces, ¿que ocurrirá?". Reconocen que "nuestras casas de acogida", casi siempre sus propias viviendas, "están llenas, tienen bebes (cachorros), algún perro adulto y no sabemos qué hacer. Tenemos ahora mismo un total de nueve perritos de biberón, a los que hay que darles de comer cada cuatro horas. Necesitan de mucha leche, muchos cuidados, mucho cariño, mucho calor...".

Les cuesta pedir ayuda, pero saben que ahora no les queda otro remedio: "Necesitamos desde mantas hasta toallas, biberones de bebés, leche... si alguien tiene alguna mantita eléctrica que no use o alguna estufita, es que los cachorros necesitan mucho calor, el que sus madres por desgracia no le pueden dar, pues nos las pueden ceder". Sus recursos económicos, los suyos, también se agotan: "Precisamos de dinero para poder alimentarlos, para desparasitarlos, arrastramos infinidad de deudas en varios veterinarios... Estamos desbordadas, este es el cuento de nunca acabar. No sabemos ya qué hacer en esta isla para proteger a los animales abandonados. Alguien tiene que hacer algo y pronto".

La recompensa de "las chicas de Anda", como las denominan, está ligada a la vida. Tienen el recuerdo reciente de la entrega de nueve cachorros, de los que seis crecen con fuerza, contra todo. Una vecina de Tajuya los encontró en una caja cuando fue a tirar la basura. "Habían sido separados de su madre y esperaban al camión de recogida para que los enterrara para siempre, sin darles ninguna oportunidad de vivir". De aquella camada, tres murieron, mientras que el resto "tienen ganas de ser felices, de seguir viviendo".

Anda La Palma también tiene perros adultos que buscan un hogar sin encontrarlo, una docena de gatos que esperan dueños y, como "cesión" más reciente, "cuando ya estábamos totalmente saturadas", les llegó una camada de cuatro cachorros de apenas tres semanas. Fue durante el temporal. "Una perrita fue llevando uno a uno a sus cuatro cachorros al garaje de una vivienda en Lodero, en Villa de Mazo, para protegerlos de la lluvia y el viento", sin que los propietarios de la casa se dieran cuenta hasta después de la tempestad.

Los cachorros han sido recogidos por la asociación y aparentemente se encuentran "sanos, gorditos, la gran mamá los tenía bien alimentados", aunque ahora "nos toca otra vez una dura tarea de sacarlos adelante con biberones". Son biberones de ilusión, de una forma de entender la vida que necesitan compartir.