La autopsia de Isabel Canino, que ya se encuentra en los juzgados, despeja las pocas dudas que quedaban sobre la muerte de la joven tinerfeña. Según el documento, al que ha tenido acceso este periódico, Isabel Canino recibió un golpe "en el área occipito parietal" (la coronilla), donde se observa lo que los forenses denominan "un hallazgo", en referencia "al área de enrojecimiento" de dicha zona del cráneo "a nivel de la línea media posterior de unos 8 centímetros de diámetro", tal y como figura en la página cuatro del citado informe.

Lo que no resuelve el estudio forense es cuál fue el motivo que provocó el estado de inconsciencia en la mujer. Una hipótesis apunta que el golpe que recoge la autopsia habría estado provocado por un agresor que se encontraba a su espalda y que utilizó algún material semiblando.

Sin embargo, otra de las posibilidades que apunta un experto en criminología de la Península, que ha estudiado el documento, y que ha solicitado guardar el anonimato, se refiere a que, por causas que se desconocen, la víctima hubiera tomado éxtasis líquido, que provoca un efecto inconsciente, como un estado de coma de forma instantánea, y que deja a la persona a merced de otro, sin posibilidad de actividad. Sin embargo, este aspecto nunca se ha estudiado en el caso que nos ocupa, puesto que, desde el principio, se ha analizado como de violencia de género.

El mismo experto recalca que una persona puede quedar inconsciente por estas dos causas, por el golpe occipital o por haber ingerido éxtasis líquido, pero añade que esta segunda opción sólo se podría haber encontrado en la víctima a las primeras horas después de su muerte, a través de un análisis de sangre o de orina, porque esa droga desaparece del cuerpo en unas horas. La autopsia no recoge que se le realizara a Isabel Canino ningún análisis de orina, aunque después de 67 días enterrada, es muy difícil saberlo.

La autopsia afirma que fue agredida, pero "no se observan señales típicas de defensa, lo que hace pensar que tuvo poca posibilidad de defensa al ser agredida, pudiendo estar la víctima de espaldas al agresor y siendo posteriormente la estrangulación con la víctima inmovilizada o con pocas posibilidades de defenderse. Una sola persona con suficiente fuerza hubiera podido así producir la muerte", precisa el documento.

Otro de los datos que afirma el estudio es que la joven tinerfeña fue metida en la fosa ya muerta, porque, como figura en la página 12 "no se encontraron diatomeas en el esternón".

Los dos forenses que firman la autopsia señalan que la causa de la muerte "viene determinada por un cuadro de asfixia mecánica por estrangulación a lazo", pero también apuntan que los signos anatomopatológicos de la asfixia (equimosis en serosas, edema pulmonar, congestión visceral) "son inespecíficos".

Un dato curioso es que la autopsia no aporta ninguna fotografía y tampoco se mencionan pruebas, tales como radriografía de cuello o un "body scan".

El informe forense únicamente ocupa 13 páginas, de las que sólo son concluyentes tres de ellas, porque el resto corresponde a textos completos de manuales médicos. Asimismo, la autopsia asegura que el ADN que aparece en una de las uñas de la víctima es de un varón, pero no de Salvador Morales, que se encuentra en prisión desde junio. También faltan fotos en el anexo para saber exactamente cómo está la brida y ver si el autor del homicidio es diestro o zurdo.

Resulta más que curioso que, a pesar de que los forenses son una ayuda auxiliar del juez, en este caso sí se decantan por inculpar a Salvador Morales al señalar que, "a pesar de que en una de las uñas de la fallecida se detectó la presencia de un perfil de cromosoma Y (de un varón) que no coincide con el de la muestra indubitada de Salvador Alberto M.M., estos datos no descartan su participación, dado que no tienen por qué quedar forzosamente rastros genéticos del agresor en la víctima, y dado el tiempo transcurrido desde su desaparición se reduce considerablemente la posibilidad de hallazgos genéticos". A este párrafo se añade también: "como hemos referido, no había lesiones de lucha o defensa, lo que reduce más la posibilidad de hallazgos biológicos del agresor en las uñas de la víctima".

"En base a los fenómenos cadavéricos, las lesiones del cadáver y al lugar donde apareció el cuerpo hay dos posibilidades", según el informe. La primera se refiere a que pudo ser introducida en la fosa durante las primeras horas después del fallecimiento, es decir, antes de que estuviese generalizada la rigidez cadavérica. Una segunda posibilidad es que tuvo lugar pasadas las 36-48 horas (unos dos días) después del fallecimiento, una vez desaparecida la rigidez cadavérica.

"Para ello nos basamos en que la boca de entrada a la fosa es de muy pocos centímetros, apenas el diámetro del cuerpo, por lo que entraría de forma más o menos ajustado por el hueco cuadrado de la tanquilla, y de encontrarse en la fase de rigidez cadavérica, el cadáver hubiera rozado contra los bordes de la boca de la tanquilla de cemento produciendo erosiones en la superficie del cuerpo, que no presenta. Además, habría habido grandes dificultades para poder introducirlo, dado el tamaño de la víctima. Por otro lado, la profundidad de la fosa es bastante pequeña, de algo más de un metro, no cabiendo de forma perpendicular el cuerpo, por lo que una vez introducido tienen que flexionarse las extremidades y la cabeza sobre el tórax, para poder entrar totalmente, situación que hubiese sido imposible sin producir grandes lesiones, de estar el cuerpo totalmente rígido", según se desprende de la autopsia, que ha tardado siete meses en llegar al Juzgado.