En un partido que no permitía el más mínimo margen de error, el Tenerife cometió los suficientes como para acabar goleado y tirar por la borda una excelente puesta en escena, táctica y de ejecución, que duró algo más de media hora. Es inútil ponerle calificativos al resultado. La diferencia final es la que existe entre estos dos equipos y sólo había una manera de limarla: no fallar en las áreas, desafío demasiado grande para este Tenerife, que es como es.

Ahora bien, el conjunto local se permitió el lujo de superar con claridad al mejor equipo del mundo durante 35 espléndidos minutos, ejecutando casi con perfección el plan táctico de Oltra -sólo le faltó el gol-. El equipo local corrió riesgos medidos, se juntó a 40 metros de su propia portería, intentó tapar con los puntas la salida del balón del Barça desde la zona de los centrales y, sobre todo, le apretó de manera admirable cuando los visitantes intentaron jugar con sus volantes, pasada la línea del medio campo. Así, Nino robó la primera y dejó a Alfaro solo ante Valdés, pero el disparo del andaluz lo repelió el larguero (4''); otra recuperación en medio campo, esta vez de Ricardo a Busquets, le dio la segunda ocasión a Alfaro, pero ahora Víctor Valdés le hizo un paradón abajo (7''), y todavía el portero catalán detuvo otra clara opción del mismo rematador (12'') tras un pase de Juanlu. En medio de ese bombardeo, Sicilia pudo marcar de cabeza. Cuatro clarísimas opciones frente a la poco clara de Bojan (9''), como única aparición de la magia de un rival que estuvo ahogado, sin salida, proclive al desajuste en su zona defensiva, dando una imagen muy poco acostumbrada... Hasta que hizo su primer gol y desactivó al Tenerife. Fue en el 35'', en una notable jugada de Bojan, muy mal defendida por toda la zaga local, sin ayudas para Juanlu en la acción de uno contra uno y concediendo la línea de pase abierta hacia la posición de Messi, completamente solo en el área. Fue un momento defensivo débil que derrumbó todo el entramado táctico local. Después de todo esfuerzo que había hecho el Tenerife aplicando a rajatabla la lectura tan acertada de su entrenador, que además mandó a un central a salir siempre unos metros para que Messi no recibiera cómodo cuando se metía entre líneas, ese gol aflojó al equipo, que en los 10 minutos que faltaban hasta el descanso encajó otros dos tantos y tiró sus opciones. En el segundo gol a la zaga local se le fue la mano de los regalos: una falta lateral sencilla de defender no tuvo respuesta, ni siquiera por parte de Sergio Aragoneses, que salió mal y facilitó el remate de Puyol, que marcó de cabeza a puerta descubierta. Dos minutos después del 0-2, el Barcelona encontró el espacio libre que antes no había podido conquistar: nadie apretó a Iniesta, que condujo y puso el balón a Bojan a la espalda de la línea de cuatro y éste le entregó el gol en bandeja a Messi, que acompañó la jugada. Total, al descanso 0-3, como resultado de 35 minutos de ilusión y esfuerzo y 10 de una fragilidad que ya es crónica. No es la primera vez que el Tenerife encaja un gol y pierde los papeles.

La segunda, un castigo

Por severo que hubiera sido el golpe, que lo fue, no hay excusas para justificar una segunda parte en la que el Tenerife no compitió. Dejó de presionar de aquella manera, algo en cierta medida comprensible porque el partido estaba resuelto, pero no tuvo un mínimo de intensidad y acabó encajando una goleada que le va a hacer daño en el futuro inmediato. Por la sensación de pobreza del equipo, su autoestima y el estado anímico del grupo y su entorno han quedado por los suelos, porque imagen que queda es la última, la del 0-5, que casi sepulta todo lo bueno que hubo al principio. Algunos jugadores pasaron más que otros...

El Barcelona sí apareció. Lógico, su medio campo ya no estuvo apretado, Iniesta jugó cómodo, Xavi también, Henry, que disparó al palo al principio de esta segunda mitad (4''), tiró desmarques continuamente y la pidió siempre, como Bojan, y Messi surgió un par de veces y firmó un gol impresionante que fue aplaudido por el Heliodoro, dato insólito en las últimas décadas por estos pagos. Oltra, que había puesto a Culebras por el lastimado Juanlu -colocó a Luna de lateral derecho-, hizo un segundo cambio raro: entró Dinei y desplazó a Alfaro a banda, cuando el partido pedía prioritariamente la agresividad contagiosa de Ángel, que fue el tercer cambio. Un remate de Kome, solo en el área, fue la única sensación de que el Tenerife seguía allí, aunque sin competir de verdad. El Barcelona se paseó de tal manera, tocando hasta aburrir, que Guardiola se permitió dar entrada a Milito y Chygrynsky. Hizo el quinto y pudo haber seguido marcando si le hubiese dado tiempo, porque estaba disfrutando, casi jugando solo.

Fea derrota, en fin. Indiscutible, en todo caso, porque el fútbol se decide en las áreas y el Tenerife naufragó en la suya y en la ajena.