La orquesta más antigua del mundo y uno de los directores más respetados del panorama internacional se conjuraron anoche para convertir en un éxito el concierto inaugural del XXVI Festival de Música de Canarias en su sede principal de Tenerife. Tras su paso por Las Palmas, donde cosecharon su primer triunfo, los músicos de la Staatskapelle de Dresde y Zubin Mehta no desaprovecharon la nueva oportunidad que le brindaba un recinto casi lleno, el de la Sala Sinfónica del Auditorio capitalino, y un público entregado, que aplaudió las interpretaciones de tres obras maestras del repertorio alemán.

Carisma y magnetismo son dos de las virtudes atribuidas a Mehta, quien sin embargo nunca se ha distinguido por asumir muchos riesgos en la elección de su repertorio. Ayer sí lo hizo al iniciar el concierto con las "Seis piezas para orquesta", de Anton Webern, fascinante punto de partida de un programa confeccionado con inteligencia.

La orquesta, ampliada por Webern para una obra singularmente parca, redujo sus efectivos para abordar una de las obras más desgarradoras de la historia de la música: los "Kindertotenlieder", o lo que es lo mismo, las "Canciones a los niños muertos", de Gustav Mahler. Los cinco motivos inspirados por la poesía elegiaca de Rückert no pudieron encontrar mejor traductor que el barítono alemán Thomas Quasthoff, al que el público entregó una de las más intensas y merecidas ovaciones que se recuerdan.

Nacido con graves deformaciones a causa de la droga que se le prescribió a su madre durante el embarazo, Quasthoff demostró ser un gigante sobre el escenario, un artista completo que ha sabido vencer todas las dificultades y rechazos hasta convertirse en uno de los cantantes más cotizados de su generación. Con la interpretación de las conmovedoras canciones mahlerianas, la atmósfera de la velada se ensombreció a la vez que la música parecía dirigirse al corazón de cada oyente.

Tras el descanso, la épica straussiana se apoderó del Auditorio una vez que la orquesta de Dresde -magnífica en todas sus secciones- dispuso sobre sus atriles el poema sinfónico "Así hablaba Zaratustra". Si en el pórtico del pasado año la Sinfónica de Tenerife interpretaba "Lux aeterna", de Ligeti, una de las obras que Stanley Kubrick empleó en su película "2001: Una odisea del espacio", esta vez fue otra pieza popularizada por este filme la que se escuchó en la apertura del ciclo: "De lo transmundano", cuya invocación dio curso a la reflexión filosófica de Niezstche convertida en música por Richard Strauss.

Zubin Mehta condujo con seguridad a sus efectivos, oficio que demostró al perder eventualmente su batuta, que le fue restituida por uno de los primeros violines mientras se interpretaba el segundo pasaje de la opus 30 de Strauss. La calurosa ovación del público motivó que el director ofreciera una pieza fuera de programa: la obertura de la ópera romántica de Carl Maria von Weber "Oberon", anunciada por Mehta en un español perfectamente inteligible. Hoy toca Brahms.