Frente a los 90 minutos de otros años, cuando se vendían 3.500 localidades de la final, ayer bastaron cuatro horas para que se agotara el doble del papel, pese a la incertidumbre de quienes desconocían si era mejor la cola, esperar delante del ordenador de su casa a que llegaran las diez de la mañana, cuando generaltickets ponía a disposición de los internautas las entradas, o ir a un cajero de CajaCanarias para hacerse con una plaza.

Ahora, sólo cabe lograr alguna entrada de la final en las murgas. A ellas les reparten dos mil: 50 entre las doce no finalistas -una por componente, en teoría-, y 150 para cada una de las ocho murgas finalistas, más la Ni Fú-Ni Fá. Aunque siempre cabe la reventa...

CajaCanarias informó de la fulminante venta de entradas por internet, ni siquiera equiparable con la demanda para los conciertos de Bruce Springsteen o Rolling Stones. En dos horas y 15 minutos se vendieron las 3.400 entradas para la final y 500 bonos. Aseguró que la plataforma nacional de generaltickets "se saturó a nivel nacional al recibir una media de 15.000 conexiones en simultáneo durante toda la mañana de ayer, algo insólito para esta plataforma", añade. De estas 3.900 entradas, el 66 por ciento se adquirieron vía internet y el 34% restante, en la red de terminales multiservicios de CajaCanarias.

Mientras, las localidades vendidas en la convencional taquilla del recinto se agotaron cuatro horas después de que abrieran. Junto al horario de mañana, de 10:00 a 13:00 horas, unas setecientas personas pudieron adquirirlas por la tarde entre las cinco y las seis. Hace 15 años que no ocurría.

Deli volvió a ser la primera de la cola del recinto en adquirir sus entradas: tres para final y un bono. Ella es aficionada de Diablos, murga a la que pertenece su esposo, Juan, murguero hace 27 años, 23 de ellos en los trónicos.

Junto a una escueta cola, la anécdota la protagonizó de forma involuntaria Vanessa, incondicional de Triquis. Esperaba su turno desde el lunes. En el bolsillo guardaba 60 euros para adquirir sus localidades, pero he aquí que, cuando se encaminaba ya a la taquilla, se dio cuenta de que el dinero había desaparecido, tal vez porque se le cayó en la cola y alguien lo tomó como suyo. La reacción de la cola allí presente no se hizo esperar: después de intentar recuperar sin éxito el dinero, entre el desafío de algunos que decían que lo iban a gastar en fármacos para la resaca, alguien propuso a los presentes una colecta para que Vanessa no se quedara sin sus entradas. Y lo lograron.

Ahora, el turno es de las murgas.