Han pasado cuatro años desde que se inició la actividad del único crematorio operativo en La Palma, instalado en el cementerio de Nuestra Señora de Los Ángeles (Las Manchas), en Los Llanos de Aridane, y no parece que a los palmeros terminen de convencerlos las ventajas de este sistema alternativo en la disposición final del cuerpo humano tras el fallecimiento.

Pese a que los datos hablan de un incremento en las cremaciones desde que en enero de 2006 comenzara a funcionar, con 207 intervenciones, lo cierto es que sólo los habitantes de Los Llanos de Aridane y de Santa Cruz de La Palma, en un 90%, mantienen la actividad de esta instalación, con una menor presencia de ciudadanos de El Paso y Las Breñas. Del resto de municipios palmeros, los de las comarcas vinculadas al medio rural, nada de nada.

El crematorio mantiene un nivel regular de incineraciones acumuladas en cuatro años tras terminar 2009, anualidad en la que se encendió el horno en 67 ocasiones. Pero esas cremaciones se corresponden con las demandas de sólo cuatro o cinco municipios. En otras localidades, una decena de pueblos menos habitados de La Palma, desde Fuencaliente hasta Garafía, las solicitudes son mínimas, casi nulas.

Según apuntan tanto desde la oficina municipal de Los Llanos que se encarga de la gestión del crematorio, como desde la funeraria que realiza las incineraciones con personal cualificado para ello, esta situación está relacionada con la población del medio rural, tradicional y de mayor edad: "No están hechos a la idea de que su cuerpo sería quemado y no ven otra cosa que no sea un entierro en un nicho convencional". En ese sentido, impera la tradición.

Eso, a pesar de que los datos demuestran que se trata de un sistema más sencillo y económico para las familias, con la destrucción inmediata de los restos, con un coste de unos 450 euros, entre gastos del crematorio y servicio funerario. No obstante, el coste de la operación varía en función del servicio deseado por el finado y sus familiares. Por ejemplo, la cremación puede tener lugar después de un servicio funerario completo, o del tipo de contenedor elegido, lo que lleva a las familias a facturas de hasta 3.000 euros.

Sin embargo, en la Isla continúa primando la inhumación como marca la religión católica, en la que se señala el sepulcro o la tumba como el destino final de los restos, sean o no cenizas, lo que añade un gasto extraordinario al proceso. Esa conciencia religiosa es la que, mayoritariamente, lleva a los ciudadanos a no requerir la incineración, pese a que se han creado unos nichos especiales, llamados columbarios (palomares), que cuestan mucho menos que un nicho normal, una cripta o un mausoleo.