El castillo de San Joaquín, ubicado justo en los límites de Santa Cruz y La Laguna, al lado del mirador de Vistabella, es otro ejemplo de abandono flagrante del patrimonio. Se trata de una edificación del Siglo XVIII, que aunque reformada y aumentada en siglos posteriores, mantiene la misma planta y conserva bastantes partes del momento de su creación. Sin embargo, se ha convertido, lamentablemente, en el objetivo de los vándalos y ha sufrido todo tipo de ataques y pintadas.

Enclavado en un lugar privilegiado y estratégico, el castillo cuenta con la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC), y aunque ahora está bajo titularidad privada, lo cierto es que la protección oficial no ha servido ni para potenciar su conservación ni para evitar su deterioro.

Un grupo de ciudadanos preocupados por la falta de medidas que salvaguarden los escasos elementos patrimoniales que aún aguantan en pie en el área metropolitana, consideran que es lamentable que una reliquia como ésta se esté deteriorando sin que las administraciones tomen medidas.

A pesar de que está vallado, la se ha impedido que se destrocen sus puertas y ventanas, o que se amontone la basura en su interior, algo que entre los colectivos que defienden este tipo de estructuras no genera otro sentimiento que el de "lástima", porque, afirman que "aquí no sobran espacios de estas características y no deja de ser una oportunidad desaprovechada, pues puede ser un lugar para albergar actividades culturales o un museo".

Hace años se llegó a plantear que se iba a poner en marcha un restaurante en este castillo, pero la idea no ha cuajado, por lo que a medida que pasan los años se van notando los ataques y los efectos de que en más de una ocasión haya sido habitado por okupas.

Entre los elementos originales que aún permanecen en la edificación militar está la portada de acceso, con marco de cantería, pero que se encuentra ya en un total estado de abandono, pese a estar "protegida" por la declaración de BIC.

En 1991, los militares se desprendieron de este castillo, cuyo enclave ya fue propuesto por el ingeniero Eduardo Torriani, a finales del Siglo XVI, para albergar una estructura de fortificación. Con posterioridad, fue ocupado por una plataforma de artillería al raso. En 1780 se diseñaba por el ingeniero Andrés Amat una fortaleza para albergar cuatro piezas del artillería. Fue en 1789 cuando sufrió su primera transformación, para acoger un polvorín. Por Real Orden de 29 de mayo de 1899, se instaló el Cuerpo de Colombofilia Militar, y en 1913 pasó a convertirse en almacén de las Escuelas Prácticas de la Comandancia y Cuerpo de Ingenieros. En 1930 se decide la instalación de un taller de dicho cuerpo, hasta que en 1944, por orden del Capitán General, se reconvierte en prisión militar, con una modificación interior para albergar celdas para la tropa y oficiales, de ahí que popularmente se conozca a esta fortificación como el castillo.