Es uno de los violinistas más versátiles de su generación y, sin duda, uno de los intérpretes más carismáticos procedentes del difícil y, a menudo, engolado mundo de la "música culta". Ara Malikian parece redescubrirse en cada proyecto: concertino de la Orquesta Sinfónica de Madrid (y por lo tanto, testigo privilegiado de los movimientos internos del teatro Real), ha ensamblado sus fundamentos musicales con los sonidos de otras culturas; la judía y árabe del Medio Oriente; la gitana y "klezmer" de Centroeuropa y los Balcanes; el tango argentino y el flamenco español. Esta permeabilidad le ha permitido colaborar con figuras como el bailaor Joaquín Cortés, el guitarrista flamenco José Luis Montón o el compositor Alberto Iglesias, que le requirió para la banda sonora de dos filmes de Pedro Almodóvar: "Hable con ella" y "La mala educación".

El solista libanés de origen armenio regresó recientemente a Tenerife para unirse a las huestes cómicas de Yllana, la premiada compañía de teatro madrileña con la que esta temporada presenta "Paganini", un espectáculo en el que coordina la parte musical y cuyo título evoca a uno de los virtuosos del instrumento de cuerda por antonomasia. "Estoy seguro de que pronto volveré por aquí a disfrutar de la Isla", afirma.

"Paganini" reúne a un grupo de teatro heterodoxo como es Yllana con un intérprete heterodoxo que es Ara Malikian. ¿Se complementan o se anulan mutuamente?

El resultado de esta mezcla es muy satisfactorio, entre otros motivos porque provengo de un universo diferente al de Yllana y llego con muchas ganas de conocer nuevos lenguajes. Colaboraciones así permiten que aprendamos unos de otros. En mi caso, aventurarse en el mundo del teatro supone una gran experiencia, ya que los músicos solemos estar fijados al instrumento y perdemos referencias del escenario y del movimiento que en él tiene lugar. Por otro lado, deseaba tocar música clásica, pero "abriendo el campo", con mayor energía, huyendo de los estereotipos que la vinculan a lo estirado, serio o elitista, convenciendo al público de que, al contrario, es un lenguaje muy accesible.

La fusión musical se ha convertido en un cajón de sastre. ¿Su concepto interpretativo representa la verdadera fusión?

Estamos en una época en la que conocemos géneros y culturas a las que antes no se tenía tan fácil acceso. Por eso, en mi caso hablaría más de diálogo que de fusión. Conocer otras expresiones, mezclarse con músicos que cultivan otros géneros, hace que el artista crezca y, para mí, es una simbiosis que resulta indispensable.

Ha pasado con varios músicos a lo largo de la historia: Paganini al violín o Chopin al piano. ¿Dónde termina el virtuosismo musical y donde empieza el lucimiento personal?

El virtuosismo forma parte de la música, aunque para mí es un aspecto secundario. Si con todo tu despliegue técnico no consigues emocionar al oyente, es que algo no funciona. Ante todo hay que pensar en la música, llevar su mensaje al público con o sin virtuosismo, y si éste aparece en un momento dado de la interpretación, ¡vale!

Hay grandes músicos que apenas transmiten o tienen dificultades para comunicar con el público. ¿Cómo logra conectar con su audiencia de forma casi instantánea?

No hay secretos. Cuenta la humildad y la sinceridad. A veces encontramos intérpretes de música clásica que culpan al público por comprenderles. Yo creo que el planteamiento es justamente el contrario: plantearse en qué estamos fallando, qué estamos haciendo mal. En mi opinión, uno de los primeros objetivos de un músico debería ser crear un flujo de energía entre el escenario y el público.

¿Piensa que su principal crítico, y el primer enemigo de la música clásica, son los puristas?

No hablaría de enemigos, pero sí es cierto que vivimos en una época en la que se han desencadenado guerras y sufrimiento por esto mismo: por querer ser puro, limpio... Hoy es mejor ser de muchas partes, abrirse a las diversas realidades que ofrece el mundo. En este sentido, lo bastardo es preferible a lo puro, tanto en la música como en la sociedad. Y no creo que tener múltiples inspiraciones a la hora de interpretar sea dañino, sino enriquecedor.

¿Por qué se piensa siempre en la música clásica sólo como una manifestación occidental y del hemisferio norte?

Por el poco conocimiento que se tiene del mundo. Es verdad que la cuna de la música clásica es Europa, pero también existen músicas clásicas de las tradiciones árabe, japonesa o india que deberíamos conocer mejor, al igual que sus culturas de origen.

¿Se siente más cómodo actuando con conjuntos de cámara y pequeños ensembles que con orquestas?

Disfruto mucho en todos los casos, aunque es verdad que en el seno de una gran orquesta prevalece la personalidad del director y no tienes la posibilidad de diálogo directo que ofrecen los conjuntos de cámara o los ensembles (Malikian dirige uno que lleva su nombre).

Almodóvar cuida mucho la música de sus películas y Alber- to Iglesias tiene fama de compositor metódico. ¿Cómo fue su colaboración en "Hable con ella" y "La mala educación"?

Alberto Iglesias es un compositor maravilloso; sabe lo que quiere y cómo obtenerlo. Colaborando con él te das cuenta de que nada está dejado a la casualidad. Me llamó porque quería introducir el violín en sus bandas sonoras y explorar el tipo de sonido que le podía ofrecer. Trabajar con él es realmente muy fácil.

Desde su perspectiva como concertino de la Orquesta Sinfónica de Madrid, ¿cómo ha visto la evolución del teatro Real en los últimos años y los problemas por los que ha atravesado?

Como miembros de la plantilla hemos estado al margen de esos problemas. Nos afectan, desde luego, pero tenemos pocas posibilidades de cambiar las cosas. Sólo somos músicos de foso e intentamos hacer nuestro trabajo lo mejor posible. El maestro López Cobos (director musical del Real hasta la presente temporada) ha cuidado la orquesta, que ha progresado mucho bajo su batuta. Ahora tenemos esperanza de que la nueva directiva propicie esa evolución favorable.