CUANDO una persona decide que llega el momento de terminar con el sobrepeso tiene varias opciones. Hoy en día, además de las tradicionales dietas y ejercicio físico, aparece también la cirugía en sus distintas modalidades, desde la gastroplastia a la liposucción. Sin embargo, no todas las modalidades de pérdida de peso son igualmente beneficiosas para la salud. El sobrepeso acarrea enfermedades por la mera condición física, tales como dificultad respiratoria y dermatitis. Sin embargo, lo más importante de la obesidad es que actúa como un factor de riesgo cardiovascular, por llevar acarreado un aumento de las grasas en sangre, como colesterol y triglicéridos, y un riesgo elevado de desarrollo de diabetes. Así las cosas, de todas las formas posibles de perder peso, la liposucción es la peor de todas, puesto que únicamente consiste en la eliminación meramente estética de la grasa en los lugares más visibles, pero mantiene los niveles de grasas y azúcares en sangre altos, además de no corregir los malos hábitos higiénico-dietéticos.

De hecho, lo más recomendable para la pérdida de peso es mantener en el tiempo una dieta sana y un modo de vida menos sedentario. Esta es la manera más adecuada de combatir los problemas del sobrepeso de raíz.

Haciendo un símil con la situación de España, lo que ha hecho el Gobierno no ha sido más que una mera liposucción administrativa. Los recortes salariales a los funcionarios, la congelación de las pensiones, y la eliminación de subvenciones como el cheque-bebé no son sino una eliminación inmediata de gastos, pero sin aumentar los ingresos (antes al contrario, al descender el consumo interno bajarán los ingresos).

Así, del mismo modo que la liposucción es el peor sistema de perder la grasa sobrante, pues mantiene los vicios alimenticios y de sedentarismo, el decretazo del Gobierno elimina una parte del gasto público, no precisamente el más sobrante, pero mantiene los vicios que hacen que España no aumente los ingresos, persistiendo por lo tanto el déficit público. Hace falta una reforma laboral más valiente que la realizada, pero sobre todo hace falta la reforma educativa que saque a España de la cola de Europa en fracaso escolar, y en nivel educativo. Es necesario un esmerado servicio de formación para el empleo, preferiblemente no gestionado por los sindicatos, para de este modo hacerlos más independientes y que puedan cumplir con su función cuando deben y no cuando les sea rentable económicamente. La inversión en I+D+i, junto a la inversión educativa, debe ser las únicas que aumenten en situaciones de crisis, pues antes son las únicas que no sólo nos ayudarán a salir de la misma, sino que nos mantendrán más preparados para las siguientes.

Bien cierto es que las comparaciones son odiosas, sin embargo hay ocasiones en que son necesarias. Mientras que en Estados Unidos o en Alemania ya hace tiempo que dejaron atrás la crisis, aquí, pese a los ligeros brotes verdes generados por unas medidas coyunturales, está previsto terminar el año en recesión. Ahora comparen las estadísticas de esos países con las nuestras en cuanto a calidad de la enseñanza, inversión en investigación, desarrollo e innovación o niveles de productividad. Después de todo, es posible que la clave esté ahí.

en Santa Cruz de Tenerife