Fernando Tielve (Madrid, 1986) ha cambiado el look aniñado y angelical que le llevó a la fama en la serie de televisión "El internado" por una imagen más acorde con Diego, su personaje en "Seis puntos sobre Emma", primer largometraje del director lanzaroteño Roberto Pérez Toledo. Fernando ha estado rodando durante el último mes en Tenerife y se muestra "encantado con la isla y con sus gentes. Ha sido lo mejor de esta experiencia nueva y apasionante".

¿Cómo es el personaje de Diego?

Diego deja sus estudios para ayudar a su hermana con el bebé que va a tener. En ese entorno conoce a Emma, una ciega con un gran magnetismo. Tiene mucho tiempo libre y el foco de su vida llega a ser Emma. Se enamora y la intriga es saber qué será capaz de hacer por ella. La incógnita se mantendrá hasta el final. Mi personaje, un chico normal como yo, está muy bien delimitado por Roberto (Pérez Toledo), aunque siempre deja margen para improvisar, con nubarrones interiores que le hacen ser maduro pese a la juventud. Diego me ha enriquecido mucho y supone un punto de inflexión muy interesante en mi carrera".

¿Qué tal ha ido el rodaje en la isla de "Seis puntos sobre Emma"?

Lo mejor ha sido conocer esta isla maravillosa y a su buena gente. Vine aquí con cuatro años y no recordaba nada, salvo las fotos típicas del Loro Parque o el Teide. He estado un mes entero y me encanta Tenerife. No creo que la isla aísle, más bien al contrario, hay un horizonte muy amplio que ofrece el mar. Me abre mucho la mente. Y la gente es fantástica, me he sentido muy cómodo. Los vecinos de Santa Cruz respetaron mucho más que en otros lugares el momento del rodaje y el equipo, formado en su mayoría por canarios, lo organizó todo muy bien, pero sin stress y en un ambiente distendido. Los paisajes de Playa Jardín, La Punta del Hidalgo o El Médano son, además, extraordinarios.

¿Cómo ha conectado con el director, Roberto Pérez?

Muy bien y ha sido muy importante a la hora de trabajar. Yo era uno de los pocos que no conocía su trayectoria en los cortos. Me mandó un mensaje, quedé con él y a las dos semanas me volvió a llamar para pedirme que leyera el guión. Me ha impresionado lo claro que lo tiene todo, pero también el margen de improvisación que da al actor. He aprendido mucho con él porque ha sacado cosas de mi interior que no conocía. Yo procuro formarme con talleres y cursos constantes, pero aquí he sentido algo muy distinto.

¿Valora la tradición de cómicos que existe en España?

Por supuesto. Bebemos ahora de lo que ellos fueron y les debemos todo lo bueno que se ha conseguido. Es una herencia para mí, aunque me gusta renovar e innovar e incluyo aquí el saber aprovechar los recursos de las nuevas tecnologías. Pero esa herencia del respeto por la profesión hay que mantenerla y defenderla. Luego hay que formarse porque la formación siempre da más seguridad a la hora de actuar. Los cambios hay que aceptarlos porque, por ejemplo, El espinazo de diablo, película en la que debuté, se rodó en 2001 en 35 milímetros y la fotografía se hizo con una polaroid.

¿La televisión es la única salida para los actores en este país?

A nivel económico, es evidente que sí. Hace diez años todo estaba mucho más definido y había actores de cine, teatro o televisión. Ahora ya no es así. La televisión da estabilidad en el sentido de tener una nómina a fin de mes, pero es como fichar en una oficina, ya está todo hecho. Prefiero el cine, tal vez porque empecé en ese medio, me parece mucho más artesanal y la magia del cine no la tiene la televisión. Hace relativamente poco tiempo que he descubierto el teatro y ha sido una experiencia muy buena, pero distinta a todo lo anterior. Es algo casi adictivo, como me imagino que serían las drogas. Además, es una adicción que engancha a la primera.

¿Por qué piensa que los actores mantienen la vía del compromiso público con causas más o menos perdidas?¿Usted lo haría?

Admiro mucho a los actores que se mojan en cuestiones políticas o sociales. Dan la cara, llaman la atención y hacen que la gente se acerque a esa problemática. En mi caso, y en este momento, procuro ser más discreto. Lo haría cuando sienta que hace más falta mi participación directa. Pero siempre sin una gran repercusión mediática. Que mi nombre se pueda usar pero sin alardear de ello.

¿Qué supuso en su carrera el personaje de Cayetano en El Internado?

Le debo mucho, pero ya han pasado tres años y cuatro películas. Hice doce capítulos y me dio fama y popularidad, tanta que llamaban al portero de mi casa en Madrid para pedir autógrafos o fotografías. Decidí poner algo de mi parte para superarlo y me rapé el pelo, antes de que surgiera el personaje de Diego. Puede parecer presuntuoso, pero me aconsejaron que no lo hiciese y decidí que debía cortármelo para romper con el pasado. Actor e imagen van juntos y si no me hubiera rapado Roberto nunca habría visto en mí a Diego.

¿Cuáles son sus próximos proyectos?

Como me pasó con el personaje de Unmade beds tendré que pasar por un período de descompresión respecto a Diego porque la interacción con él ha sido grande. Ya he comenzado a ensayar con la compañía Algarabía para representar "Príncipe y mendigo" de Mark Twain. Haremos una gira por teatros de todo el país y espero volver muy pronto a Tenerife.