El equipo dirigido por José Manuel Galán, del CSIC, regresa a Egipto, en su décima campaña de excavaciones, para iniciar la restauración de la cámara sepulcral de Djehuty pintada hace 3.500 años y descubierta en 2009, en el marco del proyecto Djehuty en Luxor (Egipto).

Esta nueva campaña arqueológica, en la antigua Tebas, de seis semanas de duración, hasta el 20 de febrero, se centrará también en la cámara más interna de la vecina tumba de Hery, repleta de tierra casi hasta el techo, y que podría ocultar el acceso a un pozo funerario, según los expertos.

Hery era un miembro de la corte egipcia que vivió unos 50 años antes que el escriba real y su tumba es "una de las pocas de particulares, de comienzos de la dinastía XVIII, que conservan su decoración".

Eso la convierte en "monumento de gran importancia para comprender mejor la sociedad, las creencias religiosas y el arte de la antigua Tebas", ha explicado el investigador Galán, del Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CSIC) y director de este proyecto financiado por la Fundación Caja Madrid y supervisado por el Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto.

En la restauración de la cámara de Djehuty participarán tres restauradores, dos arquitectos y dos geólogos del Museo de Ciencias Naturales (CSIC).

Las tumbas se hallan en la necrópolis de Dra Abu el-Naga, excavadas en la ladera de la colina, y van adornadas con escenas en relieve que informan sobre las vidas de sus propietarios, los cargos administrativos que desempeñaron, los integrantes de sus familias, sus costumbres, creencias religiosas o rituales funerarios.

Djehuty fue un escriba real supervisor del Tesoro y de los trabajos de los artesanos de la reina Hatshepsut, una de las pocas mujeres egipcias que ejerció de "faraona" en torno al año 1.470 antes de Cristo.

En marzo de 2009, tras descender por un pozo de algo más de 12 metros de profundidad, los investigadores hallaron su cámara sepulcral, con unas paredes y un techo totalmente recubiertos con dibujos y jeroglíficos del Libro de los Muertos.

El descubrimiento maravilló a los egiptólogos por su valor estético, y porque en aquella época, a comienzos de la dinastía XVIII, no se decoraban las cámaras sepulcrales.