Muchos vecinos del santacrucero barrio de La Alegría ya no se atreven a salir de sus casas, pues padecen desde hace algunos meses una auténtica plaga de pulgas y garrapatas "a la que aún no se le ha puesto remedio". Este castigado rincón del Distrito de Anaga sigue sufriendo las consecuencias de la riada del 31-M, pues atribuyen a la gran cantidad de casas que aún permanecen abandonadas o tapiadas y la proliferación de gatos que las habitan, como el caldo de cultivo para estos parásitos.

El simple paso por calles como Minerva, Clío o Juno supone que se adhieran a la ropa decenas de estas pulgas, que son de un tamaño muy reducido, por lo que pasan desapercibidas y se acaban introduciendo en las casas.

De manera espontánea, surgen entre los habitantes de la zona opiniones sobre la situación que padecen y explican con todo lujo de detalles las consecuencias que las picaduras están ocasionando tanto a niños como en personas mayores, una realidad que en más de una ocasión ha sido denunciada por la asociación de vecinos San Roque, y cuyos dirigentes asisten con impotencia ante la falta de una medida eficaz y definitiva.

Carolina Hernández Padrón, secretaria de este colectivo, explicó que se han llevado a cabo varias labores de desinsectación por parte del área municipal de Sanidad, "pero a las pocas semanas el fenómeno se vuelve a reproducir con la misma crudeza".

"Aquí estamos todos picados", señala Carmen, quien asegura que a su hijo, en edad escolar, las picaduras se reparten por todo el cuerpo, algo por lo que Carolina invita a sus vecinos a que "acudan al médico y luego presenten una denuncia ante la Policía, para ver si de una vez por todas nos hacen caso y se dan cuenta de que La Alegría es un barrio abandonado".

En las dos últimas semanas se ha intensificado esta "auténtica plaga" y parece que no son suficientes los productos contra estos parásitos, pues incluso en los rincones más cercanos por donde está esparcido el polvo repelente, los diminutos insectos se pegan al cuerpo con sus potentes saltos. Ayer, en La Alegría, todo el mundo quería enseñar sus "heridas de guerra", a modo de ronchas enrojecidas que se reparten, sobre todo, en las extremidades inferiores, aunque en el caso de los más pequeños el panorama es aún peor, ya que estos insectos no respetan ninguna parte de sus indefensos cuerpos, para mayor indignación de sus padres.

Carolina Hernández denunció que "para los responsables públicos aquí no vivimos personas, sino animales, pues después de nueve años de batalla tras los destrozos de la riada, la situación ha ido a peor, pues además de la basura amontonada en las viejas casas hemos sufrido las ratas, las pulgas, garrapatas y, sobre todo, los gatos, una manada que alimenta alguien del barrio".

La situación ha llegado a tal extremo, que incluso el día de Reyes, "los niños no pudieron salir a jugar a la calle", según recuerda Carolina, quien fue interrumpida por las llamadas de atención de Araceli Díaz, quien señalando hacia sus pies advertía de hasta cuatro ejemplares que la picaban. Asegura que en 70 años que lleva viviendo en La Alegría, jamás ha visto algo así".

La concejal de Sanidad, Sheila Trujillo, dijo conocer el problema a través de la inspección, que lo sitúa en la proliferación de gatos, y anunció una visita hoy al barrio de este servicio sanitario y una nueva desinsectación, a la vez que advirtió que no se descarta "sancionar a quien los alimenta, algo que prohíbe la ordenanza por las consecuencias que acarrea, como lo demuestra esta plaga de pulgas".