El scultor y profesor de esta disciplina desde hace treinta años Tomás Oropesa Hernández (La Palma, 1955) hace ya más de dos décadas que consagró su arte al mundo aborigen canario y a sus testimonios gráficos, plasmados en los paneles de grabados rupestres diseminados por todas las Islas. Toda esta labor está resumida, en parte, en la retrospectiva "Oropesa. Esculturas 1998-2010", que se desarrolla hasta mañana en el Museo Arqueológico Benehaorita de Los Llanos de Aridane, integrada por cuarenta y cinco obras, entre esculturas y relieves.

Desde la niñez, Oropesa, licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona y doctor por la de La Laguna, recorrió la geografía de su isla natal con la ilusión de localizar grabados, tagorores u otros restos de los primeros habitantes de la Isla; incluso llegó a descubrir una estación rupestre y un tagoror en Lomo Boyero (Breña Alta), aunque lo destruyeron para construir una carretera.

Todos estos recuerdos y conocimientos sobre la arqueología canaria se los llevó a la Ciudad Condal, donde una vez acabada la carrera se planteó el dilema de hacia dónde dirigir su potencial creativo.

"Mi obra parte de unas raíces de la infancia que tienen que ver con mis vivencias y recorridos por La Palma primero, y el resto del Archipiélago después. Ese fue mi primer contacto con la arqueología. Cuando me licencié en Barcelona, me encontré con que tenía el conocimiento técnico de la escultura, pero no una forma de manifestar una creación. Hice modelado en barro dentro del campo de la figuración, pero llegó un momento en el que quería partir de un proyecto que tuviera que ver con mi formación".

Fue en 1984 cuando el destino unió en un proyecto las voluntades y conocimientos de Tomás Oropesa y el arqueólogo Isaac Valencia. "Llegamos a la conclusión de que había un apartado de nuestro patrimonio, las pinturas rupestres, que estaba en condiciones lamentables de abandono. Quería reivindicar el grabado en piedra como algo que había que descifrar".

Por ese motivo, "desarrollamos un proyecto interdisciplinar, e hicimos un trabajo de reproducción a escala real, incluso con la pátina que los cubría, de grabados rupestres de aquellas estaciones más significativas dentro del contexto canario. Teníamos los calcos de los grabados, con datos sobre su profundidad y todos los detalles que habíamos recogido de cada uno de ellos, e hicimos el hundido, el piqueteado..., hasta conseguir una réplica exacta del original".

Esta iniciativa derivó en la publicación de un libro sobre la exposición, "Grabados rupestres de Canarias", cuyas dos ediciones se agotaron enseguida. Curiosamente, algunos de los grabados que reprodujeron ya han desaparecido por diversos motivos.

Tras esta aventura, en 1990, Oropesa empezó a utilizar la variada tipología de las pinturas rupestres isleñas (alfabeto líbico-bereber, podomorfos, geométricos, naviformes...) como fuente de inspiración de su obra escultórica. "Primero realicé los grabados en papel, luego empecé con la escultura propiamente dicha, a transformar una serie de formas abstractas en figurativas".

La retrospectiva de su obra, que se desarrolla en Los Llanos, establece seis etapas en su producción, que reflejan la evolución de su propuesta plástica. "La primera, más simple, tiene mucho que ver con el grabado, buscando la escala y que tuviera una similitud con él. A partir de ello, yo interpreto los grabados aborígenes desde la óptica de la creación artística. Es cuando aparecen las series cabezas e ideogramas habitables. En las cabezas, estudio algunos paneles con grabados, los analizo y dentro del conjunto de ellos veo dibujos que identifico con una figura o una cabeza. Vamos, que no es un garabato. Todo es producto de una reflexión y un análisis profundo".

Oropesa, que ahora va a centrarse en los grafitis urbanos, ha demostrado su gran capacidad para vislumbrar e imaginar en paneles de pinturas rupestres diablillos, personajes, caballos, cabras, torsos, peces o barcos, que ha materializado en piezas escultóricas. "En una estación rupestre hay muchas posibilidades plásticas para interpretar, incluso en el campo del diseño".

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Un recurso desaprovechado

Oropesa considera que se ha avanzado mucho en la conservación del patrimonio rupestre en Canarias con respecto a hace varias décadas, pero "las respuestas están en los responsables políticos. Depende de quién esté dará más o menos presupuesto para sacar adelante proyectos. Aunque se da poco dinero para la investigación".

En este sentido, es consciente de las diferencias que existen entre unas islas y otras con respecto al patrimonio arqueológico y su difusión. Destaca algunas estaciones o yacimientos como La Zarza, la Zarzita o Belmaco en La Palma; El Julan en El Hierro; Gáldar y el Cenobio de Valerón en Gran Canaria, pero ¿en Tenerife?. "Hay gente que ha presentado proyectos, pero no se apoyan institucionalmente"

También destacó la falta de relación y colaboración existente entre los especialistas en arqueología en Canarias. "Están muy desvinculados unos de otros. La Universidad, los cabildos.., cada uno va por su lado, y sería interesante que hubiera una colaboración entre ellos, aunque quizás se deba todo a cuestiones personales".

Asímismo, comentó que es una pena que no se utilice el rico y singular patrimonio arqueológico de Canarias como un recurso más para atraer el turismo, sobre todo el de carácter cultural. "Creo que se le podría sacar mucho más partido a lo que tiene que ver con nuestro primer patrimonio, el más importante. Sin embargo, es el gran desconocido para los doce millones de personas que llegan a Canarias. Se podría explotar mucho más".

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