Zapatero no está en condiciones de amenazar a nadie. El presidente del Gobierno de España es el hazmerreír político de Europa y del mundo. Es sobre Zapatero sobre el que se cierne la amenaza de todo el país y también de Canarias, vergonzosa colonia española desde hace casi seis siglos. Toda España y todo el Archipiélago canario amenazan desde hace tiempo a Zapatero con echarse a la calle porque nos ha sumido en la miseria y el descrédito internacional. Quiebran las empresas, aumenta el paro y cunde el hambre. Esa es la España de Zapatero. Suena a broma que ahora venga el presidente del Gobierno central a amenazar a las comunidades autónomas si no controlan el déficit, como publicábamos ayer en nuestra primera página.

Lo único que tiene que hacer Zapatero es marcharse, pero no sin antes dejar establecido un programa, una hoja de ruta, para devolverles a los canarios la libertad que tenían antes de la invasión española. Para ello es necesario que Paulino Rivero tome la iniciativa y realice en Madrid las gestiones oportunas. Él puede hacerlo, pues conoce bien la capital de la Metrópoli. Ha sido diputado en las Cortes españolas y podemos decir, sin temor a equivocarnos, que estamos ante un hombre de estado. Y la mejor visión de estado que puede tener el presidente del Gobierno de Canarias no es ayudar a un político ruinoso como es Zapatero, sino impulsar la definitiva e irremediable -porque la consecución de independencia es un proceso irreversible- soberanía nacional canaria. De esa forma ambos entrarían en la historia. Paulino Rivero como uno de los padres de la patria canaria y Zapatero como el presidente español que enmendó un crimen de lesa humanidad cometido hace seiscientos años, cuando los guanches sufrieron un holocausto que todavía hoy sigue clamando al cielo. Ese gesto redimiría a Zapatero de sus errores políticos porque pondría a España en la lista de países civilizados; naciones que han sabido reconocer los derechos de los pueblos que mantenían injustamente sometidos a su tiranía colonial. Pero volvamos con Zapatero.

No nos cabe en la cabeza que el principal dilapidador de la economía española (no olvidemos que España saquea a Canarias a través de sus oficinas tributarias) le pida ahora austeridad a las comunidades autónomas. De forma especial, resulta inadmisible que se le exija a esta colonia que ha sido y está siendo, lo repetimos un día más, esquilmada por los españoles. Que nos devuelvan lo que se han llevado y que no se sigan llevando más; después, ya veremos. ¿Y qué veremos? Pues unas Islas prósperas; una tierra que volverá a ser afortunada porque tenemos recursos suficientes para vivir como los países más ricos del mundo. Aunque no sólo están las razones económicas; también es muy importante recuperar esa libertad que, como señalábamos unas líneas antes, perdimos hace mucho tiempo. Porque con la libertad también recuperaremos nuestra identidad, y con la identidad de canarios seremos libres. No podemos seguir siendo unos objetos curiosos a los que se mira con extrañeza cada vez que ponemos los pies en la Península. Parece que esto les gusta a algunos y a algunas, y no estamos pensando sólo en la Niña de Madrid que se ha hecho socialista y canariona, sino también en otros que han hecho del nacionalismo una forma de llenarse los bolsillos, pero no coincide con el sentir general de todos los canarios.

¿Qué somos hoy en día? ¿Españoles? No; eso es absurdo por mucho que lo diga la Constitución española. En cualquier caso, españoles bastardos; de ínfima categoría. Ciudadanos que arrastramos el desdoro de ir por el mundo con una actitud vergonzante, porque no nos atrevemos a decir que somos canarios ni, al mismo tiempo, nadie se cree que seamos españoles. ¿Cómo podemos ser ciudadanos de un país que está muy lejos y en otro continente? ¿No comprenden los españolistas, los amantes de la españolidad y hasta los nacionalistas tibios que no pasamos de ser aves curiosas, pero no ciudadanos de un país con representación internacional, como lo son nuestros vecinos de Cabo Verde, humildes pero libres y dueños de su propio destino?

Por todo esto el pueblo canario empieza a exigir su libertad. El pueblo no admite que Zapatero, o cualquier chisgarabís peninsular, venga a decirnos lo que debemos hacer; incluso a ahorrar lo que es nuestro. ¿Qué desfachatez es esa? Lo repetimos: que no se lleven nuestro dinero que luego ya sabremos nosotros lo que hacemos con él.

Como al poeta, la esperanza nos mantiene. La esperanza en los partidos patrióticos que se están consolidando en nuestras Islas, y que harán por la libertad de los canarios lo que no han hecho los que se proclaman nacionalistas.