El clásico de esta mañana dejará graves consecuencias para el Tenerife si no gana y para la Unión Deportiva si pierde. Para los locales puede suponer el inicio de una reacción que agota su margen de error. Un triunfo en un partido tan especial y la perspectiva de los dos compromisos en el Heliodoro de la semana que viene (Granada y Girona), representan para los locales la mejor -¿y única?- plataforma de despegue para salir de la crisis. De paso, los blanquiazules meterían de lleno en un serio problema a sus vecinos. En cambio, de poco les serviría el empate, de-senlace que sí reforzaría a Las Palmas, que mantendría la distancia de siete puntos con su eterno rival y frenaría su pésima racha de las últimas jornadas. La victoria amarilla multiplicaría este efecto balsámico para los grancanarios y terminaría de hundir a los tinerfeños.

Tanto para unos como para otros hay motivos de sobra para sentir miedo a fallar y también para tener la esperanza de que después del derby todo cambiará, para bien; y falta les hace a los dos. De hecho, el Tenerife llega al clásico después de haber pasado toda la Liga entre los cuatro últimos y Las Palmas lo hace en declive, con una secuencia de seis jornadas sin ganar.

En el caso del Tenerife -y quizás también en el de Las Palmas- el entrenador se juega su despido, de manera que un nuevo tropiezo de los blanquiazules traería consigo otro cambio en el banquillo.