Nunca antes fue tan difícil llegar a un local como al de la Afilarmónica Ni Fú-Ni Fá, por el que desde el 13 de mayo, cuando uno pasa por allí, aligera el paso para obviar la ausencia del maestro; siempre estaba con su rebeca, aguantando la puerta mientras esperaba la llegada de algunos de sus chicos -componentes del grupo murga- que lo recogiera y lo devolviera a su casa, en la avenida Los Príncipes. Era su otra casa, porque donde realmente pasaba horas y horas era en su taller. Siempre inventando, renovando instrumentos, o sandungas, o haciendo correajes...

Es jueves. Días atrás ya estuvimos en un intento por escuchar el repertorio de la Fufa, pero llegó la comitiva del PP, y los dejamos en su salsa, mientras aprovechamos para perdernos por el segundo piso de la sociedad, después de recibir el visto bueno de un Enrique joven, de cuerpo también desgarbado, alto... Hasta se parece al maestro. Es Ulises Noda, el heredero de la dirección. Un componente de toda la vida que siempre rehusó comprometerse, como quería Enrique, a mantener viva la Fufa. ¡Quién se lo iba a decir! El maestro lo intentó con Víctor "El Gallo", Pedro Mengíbar, Lorenzo Marichal... y al final fue uno de los suyos. De la fila. Un hombre de plena confianza y máxima seriedad y responsabilidad.

A las nueve de la noche comienzan a cantar. Curioso, no ha sonado el pito con el que llamaba a filas Enrique a los suyos. Un fuerte olor a barniz impregna el local. Parece que está él traquinando arriba. En la sala de trofeos encontramos a José Francisco Pérez al frente de la máquina de coser metiendo a camino las botas de los cuarenta componentes de la Fufa. La peluca y el tocado de los componentes le toca a Mele González -la hija del maestro-, diseñadora del traje de la murga que actualiza el primer disfraz que sacó en 1961. Ella también es la pintora del cartel para el Carnaval de Santa Cruz de Tenerife, que este año rinde homenaje a su padre. Padre una familia numerosa. De las murgas.

Justo al otro extremo de la segunda planta está el taller de Enrique. De donde procede el olor a barniz. Entre la sala de trofeos y el taller, están colgados los trajes de la Cofradía del Chicharro, que cada miércoles de ceniza sale acompañando a la Sardina hasta su quema.

Fue un maldito miércoles de ceniza cuando Enrique, años atrás, no salió porque lloraba la muerte de su hija Dácil. Paradoja de la vida. Él siempre plantó cara a las enfermedades y operaciones que se sucedieron durante casi 17 años, no en balde doña Jesusa, su esposa, era su baluarte, y hasta su particular censura, pues le enseñaba todas las letras. ¡Hasta la de "Gescartera", que hizo Mengíbar contra la Iglesia! Y ella, con una hermana religiosa de la Pureza. Y se cantó.

En el taller están sus plantillas para los instrumentos. Encerradas en aquellas cuatro paredes, sus secretos, su técnica, su arte. Hoy en su lugar está Paco "McGiver", su aprendiz, al que conoció hace 19 años, cuando cerró su cuadro de baile Los Isleños. Ahora tendrá que poner en práctica los trucos que le confió, al igual que hizo con Gilberto González...

De vuelta el jueves, para escuchar a la Fufa, Ulises nos sienta con un público de excepción: Toledo padre. Hacía años que no visitaba la murga, tal vez décadas. Cosas de la vida. También está el presidente Eliseo Carrillo, que heredó la presidencia de su hermano Roberto.

"¡Aquí está, otra vez, ha llegado el Carnaval...!". Viene a la mente Miguel, el cocinero de los viernes de la Fufa... También se lo llevó Enrique. ¡Quién lo iba a decir! La murga desgrana un repertorio de actualidad, con músicas frescas y el sello de Nicolás Mingorance y José "el Canario"; crítica incisiva, irónica, humor para contar el "caso Facturas", la historia de un pedo, la canción del yerno...

Dirige musicalmente Raúl García, músico de La Orotava que ha sacado como nadie el máximo partido a la Fufa. Este año no hay compromiso. La Fufa realmente suena, y muy bien. Y para dar lo tonos, Renee, con su trompeta de mariachi; y Ulises marca instrucciones que todos siguen a una. Aparece Tino, vocal de la murga en la directiva y chófer "oficial" de Enrique. Pero esta noche no hace falta. Atrás queda cuando Enrique apoyó que el entierro de la sardina fuera un viernes de Piñata, o cuando rechazó el encuentro de murgas de Candelaria, o aseguró que las murgas eran corales. El mito de Enrique comenzó en vida, como otro homenaje más.

Maestro, nos vemos en la plaza del Príncipe, cuando llegue al frente de su murga, mande a callar al del kiosco e hilvane chistes entre canciones. El alma del Carnaval que nunca muere; tiene cuerpo aquijotado, calva, cara de payaso y gafas...