La historia de los sucesos en Canarias no debe tener, hasta ahora, muchos casos como el de Dámaso Rodríguez, "El Brujo", quien fue capaz de conmocionar a la sociedad tinerfeña por dos veces, con tres asesinatos y otras tantas agresiones sexuales cometidas con casi una década de diferencia. Además, consiguió un permiso carcelario, se fugó de la prisión Tenerife II, cometió sus últimos dos crímenes y fue capaz de esconderse por los montes de Anaga durante un mes, debido a su gran conocimiento del terreno y a ser un superviviente nato, que se endureció durante su paso por la Legión. Al verse cercado por la Guardia Civil en una casa pequeña, prefirió suicidarse antes de que le capturaran vivo. Estos días se cumplen 20 años desde que se encontró a dos turistas alemanes y los mató, después violar a la mujer de 87 años. La sensación de miedo y angustia se extendió por las montañas de Las Mercedes. Y ese temor pervive entre los vecinos de El Batán, Bejía y otros caseríos aislados.

El primer crimen .- El nombre y la foto de Dámaso Rodríguez saltó a los periódicos el 11 de noviembre de 1981, cuando reconoció que había matado de dos disparos a un joven, Baldomero, que estaba con su novia en su vehículo Mazda en la zona de El Moquinal. Una fuente judicial que conoció bien el caso explicó a EL DÍA que Dámaso era un "voyeur" (mirón), que le gustaba observar a las parejas cuando mantenían relaciones íntimas. Pero en esa ocasión dio un paso más. Con la pistola de 9 milímetros corto robada a un militar, disparó y mató en el acto al hombre. Después, golpeó y agredió sexualmente a la chica. Seguidamente, circuló con el cadáver y la joven hasta el Llano de los Viejos, donde los abandonó. Los investigadores de la Policía Nacional preguntaron en la zona por un individuo violento, conocedor del monte y en el que concurriera la circunstancia de ser "paseante nocturno" en busca de parejas. Todas las informaciones llevaron a Dámaso, que estaba fichado, y la mujer forzada reconoció su foto. Cuando fue capturado, "EL DÍA" publicó su imagen y un pie de foto excesivamente optimista: "(…)Se le acabó la historia. Ya no volverá a matar ni a violar". La historia fue mucho más amarga. "El Brujo" fue condenado a 55 años de prisión por el asesinato, la violación, el hurto del arma de fuego y la tenencia ilícita de armas.

El permiso.- Cuando apenas habían pasado ocho años, empezó a insistir para que le dieran permisos y poder salir de Tenerife II. El entonces fiscal de Vigilancia Penitenciaria, Diego Domínguez León, señaló a EL DÍA que esa "batalla" se prolongó casi un año y medio. Su primer logro fue convencer a la Junta de Régimen Penitenciario y al Equipo de Tratamiento. Los recursos del Ministerio Fiscal pudieron frenar la salida algún tiempo. Hasta que el juez de Vigilancia concede un primer permiso en octubre de 1990 y el individuo no cometió ningún error. En enero de 1991, Dámaso obtiene la segunda autorización por tres días. Salió el día 17, pero la noche del 20 no se presentó en la cárcel. La tragedia estaba próxima.

Las muertes y la angustia.- Una noche, sus suegros, que vivían cerca de El Batán, escucharon sus pasos por fuera de la casa durante la noche. No les hizo nada, porque iba en busca de su esposa y sus dos hijas, de 18 y 16 años, a quienes había amenazado de muerte. El 23 de enero, el cadáver del germano Karl Flick aparece en el camino forestal de El Solís, mientras que el día siguiente se halló el cuerpo sin vida de la esposa del anterior, Martha Kuper, que había sido violada y estrangulada. Durante un mes, la población siguió con curiosidad y preocupación la fuga de Dámaso. La angustia de los vecinos de Anaga llevó, incluso, a suspender las clases en las escuelas de Las Mercedes durante una semana, desde el 29 de enero hasta el 6 de febrero. Las especulaciones, los avistamientos, las huidas del prófugo en el último momento, los robos en las cuevas y casas de cazadores o agricultores alimentaron la leyenda de "El Brujo". La situación trágica se relataba, día a día, en los medios de comunicación, mientras muchos ciudadanos de la isla se echaban a la calle para celebrar los carnavales.

El final.- Una familia se desplazó el 19 de febrero a una casa en la zona de Solís y vio que la puerta estaba forzada. Como era lógico, avisaron a la Guardia Civil y varios agentes se desplazaron hasta el lugar. Supuestamente, fueron recibidos con disparos y los agentes respondieron de la misma manera. Sin posibilidad de escapatoria y sin querer ser capturado, Dámaso se pegó un tiro de escopeta. El periodista Antonio Bernal, fallecido hace un año, escribió entonces: "(…) cometió su gran error en el último momento, ya que la casa donde se refugiaba no tenía ningún tipo de escapatoria. La vivienda apenas tiene 25 metros cuadrados, con una sola puerta y dos ventanas con barrotes de hierro. En su interior hay una pequeña sala y, al entrar, a la derecha, una habitación donde existe una cama en la que se encontraba el recluso, que estaba descalzo. Vestía un jersey marrón, camisa de cuadros y un pantalón vaquero".

La investigación policial.- Un inspector jefe del Cuerpo Nacional de Policía señala que las técnicas de investigación policial apenas han variado desde aquella época para capturar a un criminal. El gran salto en el trabajo de los agentes llegó mucho más tarde, con la incorporación de los análisis del ADN. Antes, para fijar las huellas, se utilizaban productos naturales, como la savia de drago, de color rojo, o la cerusa para polvos blancos, mientras que ahora se usan elementos industriales.

El MInisterio Fiscal.- El fiscal Diego Domínguez León recuerda a Dámaso como "un mal bicho", que, además, "siempre estaba llorando y pidiendo que le dieran permisos; y te miraba con aquellos ojos azules fijamente". Dos décadas después, aún le cuesta entrar en materia para hablar del asunto. Recuerda que "yo siempre me opuse a que saliera de la cárcel", hasta que explica con términos muy técnicos que lo dejaron sin herramientas jurídicas para impedirlo. A Dámaso lo define como una persona llena de "ira contenida, agresividad y velocidad". ¿Podría ocurrir algo similar actualmente con una autorización a un preso? Domínguez León no tiene duda alguna: "¡Claro que podría pasar lo mismo!". Desde su punto de vista, los permisos o recompensas deberían concederse como una figura extraordinaria, no como un "sistema de rutina". Comenta que "ni el sistema penitenciario ni las penas del Código Penal intimidan a los delincuentes".

Los vecinos de El Batán.- Una mujer de El Batán, que prefiere no dar su nombre, señala dónde se vio a "Maso", como aún se le llama en Anaga, los días antes de su muerte. Relata que sus padres ya no viven, pero eran excelentes personas, al igual que sus dos hermanas y su hermano. Dicha anciana y un hombre jubilado que se incorpora más tarde a la conversación, insisten en que "Maso" nunca les hizo daño, ni de niño ni de joven. Además, evocan que era trabajador y buen compañero en las tareas del campo. Tomás Afonso, autor de un libro sobre la figura de "El Brujo", aseguró recientemente en una entrevista en Canarias Radio que el paso por la Legión y el posible contacto con las drogas influyeron negativamente en su conducta. Otro vecino, que tampoco desea facilitar su identidad, señala, en referencia a los hechos de enero y febrero de 1991, que "esos recuerdos se olvidan pronto". Apunta que, "cuando bebía, se peleaba con cualquiera", especialmente "si le tenía manía", a pesar de que "no era muy corpulento". Dicho hombre, de 50 años, aproximadamente, evoca aquellas semanas con "mucho miedo". Y es muy gráfico: "Para pasar el monte, yo llevaba la escopeta en el coche, y así todo el mundo; esto parecía el Oeste". Describe a "Maso" como "un superviviente", que se movía bien por el monte, "mejor que Rambo".

El gobernador civil.- Julio Pérez, ex secretario de Estado de Justicia y actual candidato a la Alcaldía de Santa Cruz por el PSOE, era en 1991 gobernador civil de la provincia. Pérez recuerda la sensación de alarma en la población y la complejidad que suponía coordinar al Cuerpo Nacional de Policía y a la Guardia Civil para hacer frente a la captura del prófugo. Frente a la dedicación de los agentes de ambos cuerpos y la inquietud de los vecinos de la zona, estaba la dificultad de atrapar al delincuente, según el político socialista. Cuando la población se preguntaba cómo era posible que un hombre sólo fuera capaz de poner en jaque a las fuerzas de seguridad, escapar de los cercos y sobrevivir; entonces surgió el debate sobre por qué se permitió que el preso saliera en libertad. El ex gobernador civil señaló a este periódico que la decisión judicial se basó en un "pronóstico equivocado" acerca del grado de rehabilitación de "El Brujo". Reconoce que Dámaso se convirtió en una "verdadera pesadilla para el Gobierno Civil y las fuerzas de seguridad". La satisfacción de la resolución del caso se vio "empañada", según Julio Pérez, por el suicidio del autor de los crímenes. El ex gobernador indica que "lamentamos aquel final" y que "no hay duda alguna de que Dámaso se suicidó, como demostró la autopsia". Y, de aquellos días inolvidables, recuerda los nombres de tres personas: el comisario jefe provincial del Cuerpo Nacional de Policía, Rafael Rodríguez; el teniente coronel de la Comandancia de la Guardia Civil, Dámaso Alonso, así como al jefe del Gabinete Técnico del Gobierno Civil, Sebastián Álvarez Cambreleng.

La mujer.- La esposa de Dámaso no quiso hacer declaraciones a este periódico sobre este asunto. De hecho, la mujer que estuvo amenazada de muerte no entiende por qué, después de tantos años, hay interés por recordar unos hechos tan dolorosos. Habla con serenidad y educación durante un rato, pero prefiere que no se vulnere su privacidad. El miedo generado por "Maso" pervive aún por los barrancos de Las Mercedes.