- El experto señala que los acólitos modernos de Drácula buscan relaciones consensuales de intercambio de sangre

SALMON (EE.UU.), 25 (OTR/PRESS)

Oficinistas, médicos o abogados de día, pero vampiros de noche. Aunque puede que no quieran morder cuellos hasta desangrar a sus víctimas, hay muchos fieles al mundo de las tinieblas acechando entre las sombras. Así lo afirma D.J. Williams, sociólogo de la Universidad del Estado de Idaho que acaba de ser contratado como asesor para un documental de televisión sobre los "auto identificados como vampiros". El experto señala que los acólitos modernos de Drácula buscan, entre otras extentricidades, relaciones consensuales de intercambio de sangre.

La fascinación popular con los vampiros se remonta a la publicación en 1897 de la obra Drácula de Bram Stoker, y libros posteriores como Crónicas vampíricas de Anne Rice. Dos joyas del género vampírico que fueron llevadas al cine, la primera con Gary Oldman como protagonista y la segunda con Tom Cruise y Brad Pitt como atractivos chupasangres.

Pero el fenómeno ha explotado en los últimos años con la saga de novelas Crepúsculo de Stephenie Meyer, y su adaptación al cine. El personaje del seductor y romántico vampiro Edward Cullen, interpretado por el actor Robert Pattinson, se convirtió en un ídolo adolescente y puso de moda a los vampiros.

Esta locura por los vampiros ha generado una subcultura internacional muy relacionada con los rasgos asociados con estas criaturas fantásticas. Bajo la seducción de sus poderes y su naturaleza sobrenatural no temen explorar el lado oscuro de los humanos, habitualmente enmascarado por el bienestar, por las reglas asumidas de aceptación social.

"Los autoidentificados como vampiros se dan cuenta de que los humanos son una mezcla de luz y oscuridad", dijo Williams. "Está el yo socialmente deseable que la gente muestra en público, y luego está el yo que puede no ser tan bueno, tan optimista. Varía de persona a persona, pero en general los vampiros no pretenden que no está ahí: lo reconocen e intentan manejarlo", añadió.

Lo que los separa de los que imitan a los vampiros -el tipo con capa que duerme en ataúdes o cree que puede convertirse en un murciélago- es una falta de energía interna que les hace buscarla en fuentes externas, como un multitudinario concierto de rock donde la adrenalina fluye por sus venas o la sangre de un donante voluntario.

"Lo llaman alimentarse", dijo Williams, que también asesora al FBI en investigaciones relacionadas con criminales violentos que aseguran ser vampiros.

CHUPAR SANGRE

Williams señala que los auto identificados como vampiros buscan parejas con energía de sobra, dispuestos a permitirles que les chupen sangre de una pequeña incisión realizada con un bisturí en la parte alta del pecho.

"A menudo, están en una relación con un donante, en la que una persona tiene escasez de energía y la pareja tiene exceso de energía; es una relación simbiótica perfecta", dijo.

El arreglo es legal porque es consensuado, entre adultos y no pretende causar daño, señaló el académico, que está investigando estos estilos de vida alternativos.

Williams señaló que hay representantes de casi cualquier edad, raza, religión y profesión en esta subcultura, más fuerte en áreas urbanas.

"Se ven como gente normal en trabajos normales: son profesores, abogados, contables, pueden ser padres", dijo. "Tienen vidas normales, pero está ese aspecto de necesitar tomar energía de vez de en cuando y de ciertas formas", agregó.