De pie durante los 90 minutos, dirigiéndose a sus jugadores con el fin de transmitirles correcciones casi siempre relacionadas con la colocación en el campo, sin dar muestras de nerviosismo ni protestando las decisiones arbitrales y dando siempre la sensación de control. A grandes rasgos, así vivió Antonio Tapia su estreno en el Tenerife.

Sobre todo en el primer tiempo, el técnico habló habitualmente con los futbolistas para pedirles que no perdieran su posición en el campo. En este aspecto hizo especial hincapié en los defensas e insistió con Ezequiel Luna y Melli. Pero también se ocupó de jugadores ofensivos, como el canterano Omar.

Tras la fase de adaptación asimiló con naturalidad el mazazo del 0-1. Aplaudió a su equipo y no dio síntomas de abatimiento. Mirada al reloj de pulsera, y a continuar.

Su reacción más enérgica llegó con el 1-1. Levantó los puños en gesto de alegría y se abrazó con su ayudante, Toño, pero no se permitió más. En este tramo de euforia, puso de manifiesto su experiencia al calmar al cuarto árbitro dándole una palmada en la mejilla cuando éste le pidió que no saliera del área técnica. Con la situación controlada, Antonio se volcó de nuevo en cuidar que los centrales conservaran el orden.

Enseguida se puso el partido de cara con la expulsión de Orellana y el gol de Julio. Tapia apenas festejó el acierto del centrocampista, ya que poco antes el Granada se había quedado con diez jugadores y ya tenía en mente modificar la estrategia inicial. Tras consultar su decisión con Toño, ordenó que Greg Beranger saliera a calentar.

La actividad en el banquillo iba creciendo: indicación a Sergio de que no sacara en largo, rotaciones en los reservas que estaban ejercitándose... Así, hasta el final del primer tiempo. Luego, pausa en el cronómetro y a los vestuarios.

Tras el descanso, probablemente porque el equipo estaba más ro-dado, Tapia no se dirigió con tanta frecuencia a sus pupilos. Sí dio unos pasos fuera de su zona para animar a los blanquiazules cuando el Granada empezó a llegar al área de Sergio con peligro, actitud que acentuó cuando Calvo consiguió el empate. Trago de agua y decisión: la entrada de Natalio, con el que mantuvo una breve charla, igual que con Kome antes de que el camerunés accediera al campo.

Ya en los minutos finales y con todo el potencial ofensivo del Tenerife en el campo, el cordobés estuvo más enérgico pidiéndole al equipo que avanzara. Pero los últimos esfuerzos no tuvieron premio.