El Premio Canarias de Bellas Artes 1988 Pedro González, que expone desde hoy en la capital grancanaria su nueva obra, en la que retoma el destino del hombre, pero desde una dimensión colectiva y en color, no ha abandonado la abstracción que usó "como revolución" contra el Franquismo.

Así lo ha asegurado hoy a sus 84 años en una rueda de prensa el pintor lagunero, quien recordó que lleva sesenta años pintando, un arte que sólo ha tenido que relegar durante la época en la que fue alcalde de su municipio natal, de la que guarda sólo "algunos monstruos", unas creaciones "horrorosas" que relacionó con "la cosa política".

El artista explicó que aunque sigue haciendo exposiciones de diferentes temáticas, su "academia particular" continúa siendo la técnica del abstracto, que inició en la década de los sesenta como oposición a la del paisaje que se practicaba entonces en España y por seguir las tendencias que marcaban figuras como Mané y Monet, pertenecientes a la vanguardia de la escuela de París.

González subrayó que no fue el único en Canarias que apostó por lo abstracto y citó a Chirino, Millares y Cristino de Vera como ejemplo de otros artistas de la época que también apostaron por esta forma de diferenciarse.

El artista, quien afirmó que "hace chapuzas que algunos llaman pinturas, algunas malas y otras buenas", agregó que se inspira en Tapies o Barceló porque, al igual que ellos, considera que "colocar la mancha en el sitio adecuado en un cuadro es fundamental en la pintura", una obsesión que a Pedro González "le enseña todavía la abstracción".

Jonathan Allen, autor del texto que acompaña al catálogo de la exposición de la última obra de González, que se exhibe desde hoy y hasta el 26 de febrero en el Centro de Iniciativas de La Caja de Canarias, consideró que el artista es más que eso y lo calificó como "una institución", al tiempo que destacó que en su "madurez lúcida", sigue produciendo una pintura muy simbólica sobre distintas facetas de la condición humana.

Así, recordó series anteriores como "La Patera" o "El Hombre Solo" y manifestó que, en esta ocasión, y con ayuda de tonalidades de colores rojos, azules, verdes y amarillos, González muestra el devenir colectivo desde una visión "lírica y edémica", como "una gran excursión campestre, donde unos seres duermen y se aman al aire libre".