La Asociación Nacional de Afectados por Adopciones Irregulares (Anadir) presentó el pasado jueves una denuncia ante la Fiscalía de la Audiencia Nacional contra casos detectados en todo el país, incluida Canarias. En Tenerife y en la Península residen aún algunas personas que han sufrido el problema en sus propias carnes, en las de sus hermanos o tíos. Muchos niños acogidos en los años 60 y 70 en la Casa Cuna de la capital tinerfeña viven con el estigma social de no haber tenido una familia en la que disfrutar de la niñez y prepararse para afrontar la mayoría de edad. Algunos han superado esa condición y han logrado tener una vida estable, pero otros continúan con la carga y no han dejado atrás el problema de la marginalidad.

Acoso sexual desde niña.- La historia de Liberia resulta estremecedora. Nació en Arafo en septiembre de 1954 y un día descubrió que le correspondían tres partidas de nacimiento diferentes: en los días 14, 15 y 23 de dicho mes. Sólo la primera fecha es la verdadera, pues el resto supuestamente son un ejemplo de las supuestas irregularidades cometidas en su día desde los organismos. La madre nunca renunció voluntariamente a su tutela y la visitaba para llevarle galletas y dulces al Jardín de Infancia. En esos encuentros también estaban presentes sus tías y hermanas. Esta mujer vivió en el citado recinto hasta los nueve años, cuando el centro era gestionado por las monjas de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Una religiosa de dicha congregación, que trabajaba en el Hospital Psiquiátrico a comienzos de los años 60, era sobrina de un matrimonio sin hijos que residía en Alicante. Intentaron una adopción con un bebé, pero la criatura requería unos cuidados para los que ambos no estaban preparados. Por eso, un día decidieron elegir a una niña ya "crecidita", que pudiera cuidarlos cuando fueran ancianos. Su futura madrastra tenía 59 años y el padrastro, 54. Liberia cuenta que un día la compraron por 250.000 pesetas. Su salida de la isla parece de película. La subieron en el maletero de un coche negro, que iba lleno de monjas, y la trasladaron al puerto de Santa Cruz. A Liberia le costó mucho adaptarse a sus nuevos padres, tanto por la diferencia de edad como porque hablaban en valenciano y no los entendía. Además, los define bruscamente como "muy secos y hasta antipáticos". Relata que dos años después de llegar a Alicante, cuando aún no había llegado a la pubertad, su padre adoptivo empezó los episodios de acoso sexual a los que se vio sometida durante años. No quiere entrar en detalles, pero reconoce que "pasó por todo un poco", es decir, tanto tocamientos como agresiones sexuales. Asegura que los recuerdos de esa etapa de su vida aún le duelen, a pesar de los años transcurridos y de que un día decidió perdonar. De hecho, tuvo que cuidarlo cuando le dio una trombosis. A esa realidad traumática tuvo que añadir los maltratos físicos por parte de ambos. Cuando le contó lo que ocurría a una monja, ésta le aconsejó que debía "sufrir en silencio y rezar mucho". Durante sus años de niñez y adolescencia no dejó de gritarles a los adoptantes, así como a la sobrina, que la devolvieran a su tierra de origen. Pero nadie le hizo caso. La monja que la llevó a Alicante se limitó a reñir levemente a sus familiares por la forma de tratar a la menor. Pero nada más. Cuando fue mayor, escribió varias veces a la Casa Cuna y a la parroquia San Fernando Rey, de García Escámez, para pedir información sobre sus orígenes, pero nunca respondieron a sus demandas. Si ella no olvidó Tenerife y a sus familiares biológicos, estos tampoco la borraron de la memoria. Y un día, uno de los hermanos puso un anuncio en la sección "SOS" de la revista Pronto en 1986. El texto hablaba de una niña "llevada de la Casa Cuna de Tenerife" en 1963. Una peluquera de Alicante, que conocía su historia, le habló del anunció. Y así fue como volvió a la isla para reencontrarse con su madre y el resto de la familia. En aquel momento, Liberia le reprochó a progenitora por qué la había abandonado, pero su esta le desmontó rápidamente su queja: "Si he criado a 10 hijos, ¿por qué iba a abandonarte sólo a ti?"

El investigador.- Eduardo no ha tenido tanta suerte como Liberia. Desde el año 2007, cuando asegura que alcanzó la estabilidad emocional y económica, investiga de forma más intensa quiénes fueron o son sus familiares. Es el segundo de cuatro hermanos. Todos pasaron por la Casa Cuna, durante más o menos tiempo, pero él entonces no lo sabía. Los otros tres ya han fallecido y nunca pudo conocerlos. Pero Eduardo mantiene la ilusión. Una prueba de ADN confirmó que una joven de Jaén es su sobrina. Trabaja en archivos y registros para tratar de encontrar las piezas que den sentido a su vida y tejer su futuro con mayor sosiego. Pero aún hoy afirma que percibe "negatividad" ante sus esfuerzos. Se queja de que "me tengo que sentir culpable de haber nacido y pedir autorización para vivir". Señala que desde el Cabildo aún le ponen pegas para acceder a datos sobre sus orígenes. Actualmente, lidera el colectivo "Sin Identidad", en el que 30 personas han decidido unir esfuerzos para tratar de indagar en su pasado de soledad o en el de sus familiares.

La selección.- María tiene 50 años. En la Casa Cuna convivió con dos hermanas más y un hermano. Recuerda que un día llegó al recinto un matrimonio de Las Palmas. Mandaron a llamar al "hall" a las tres niñas y las pusieron alineadas. El hombre y la mujer caminaron a su alrededor sin dejar de observarlas. Después, hicieron comentarios entre ellos. Finalmente, la pareja decidió seleccionar a su hermana Milagros, que es dos años menor que ella. Con nueve años, María ayudaba a Milagros a escribir cartas a sus padres adoptivos, hasta que un día no la volvió a ver. Después, otra familia adoptó a la tercera niña. María fue una adolescente rebelde, pero se prometió que un día estudiaría y buscaría a sus hermanas. Aprobó una carrera universitaria y consiguió reunirse con sus familiares 15 años más tarde. El dolor del pasado también la ha convertido en investigadora.

Papeles con sombras.- Nayara vive en Arico y tiene 32 años. Desde pequeña escuchó a sus familiares una extraña historia, que hablaba de que su abuela dejó a dos tíos en la Casa Cuna, pero que un día fue a buscarlos y le dijeron que habían muerto. En su familia siempre existió el rumor de que podía haber algo extraño, lo que hizo crecer su curiosidad. Hace meses, empezó a indagar en serio. Hasta ahora sólo ha podido constatar que uno de aquellos niños fue interno del recinto y, en teoría, falleció siendo muy pequeño. Pero hay elementos que llevan a Nayara a tener dudas. Esta mujer comenta que, cuando un bebé muere, en las partidas de nacimiento debe figurar una nota en el margen izquierdo, que no existe en el caso de su tío. Según un Juzgado de Santa Cruz, el pequeño murió el 29 de enero, pero en la Casa Cuna consta que pereció un día más tarde, el 30. La inscripción del menor en el cementerio de Santa Lastenia data del 2 de febrero, pero el entierro se produce el día 3. A Nayara le dijeron en dicho camposanto que resulta "muy raro" que un niño estuviera cuatro días sin enterrar. En dicho recinto no le han sabido decir en qué lugar pueden reposar esos restos. Solo sabe que están en la tierra. En la documentación a la que ha tenido acceso no constan informes médicos, ni tratamientos ni vacunas. El pequeño simplemente murió. Esta vecina deArico no entiende por qué en el Cabildo insular de Tenerife, del que aún dependen las instalaciones de lo que fue la Casa Cuna, existe tanto miedo a ofrecer información, al igual que en algún juzgado.

La consejera.- La responsable de Bienestar Social en la corporación insular, Cristina Valido (Coalición Canaria), manifestó a EL DÍA que ha atendido personalmente a algunas de las personas que luchan por conocer el pasado de aquellos familiares que pudieron sufrir supuestas adopciones irregulares. Valido aclara que "hemos dado instrucciones para que se facilite toda la información que legalmente se les puede dar y que obra en nuestro poder". La consejera explica que los casos hacen referencia a situaciones de los años cincuenta, sesenta y setenta, cuando no había normativas legales como la de Protección del Menor o de regulación de adopciones como las que existen actualmente. Comenta que, supuestamente, muchos niños pudieron ser dados en adopción sólo a criterio de los responsables administrativos del momento. Además, apunta que, cuarenta o cincuenta años después, algunos papeles no existen o no existieron nunca. Insiste en la idea de que no existen obstáculos para ofrecer "lo que está y legalmente se les puede dar; otra cosa es que los interesados quieran más". Y en esa línea, la responsable de Bienestar Social recuerda que actualmente está vigente la Ley de Protección de Datos. La consejera apunta que se trata de un asunto complejo, donde no ocultamos información, y debemos esperar a que los jueces actúen.