Absténganse de seguir leyendo los pesimistas, aquellos que vean la botella medio vacía.

Es un empate en casa, es un mal resultado, son cinco goles encajados en tres días, el balance defensivo fue un caos, la respuesta individual de varios zagueros, un desastre... pero me gustó el Tenerife. Creo que la de ayer es una demostración más, como la del miércoles, de que este equipo ha encontrado la manera de salir de ahí abajo. Lo hará jugando, con la pelota, de la misma forma que ayer fue capaz de controlar y manejar el partido en la primera media hora. Con la misma idea que le valió para empatar un encuentro que iba para goleada en contra. Eso sí, Tapia tiene que arreglar el problema de equilibrio defensivo que aparece cuando el equipo pierde el control. Y lo hace al más mínimo contratiempo.

A pesar de que Despotovic le ganó la espalda a Bellvís y perdonó el 0-1 a los dos minutos, a raíz de entonces, la primera media hora blanquiazul fue óptima: el equipo tuvo siempre la pelota, hubo más movilidad por delante del balón, apareció el toque, los volantes combinaron, Marc Bertrán subió con tensión y acierto, y el Tenerife forzó ¡7 córners en 14 minutos! En el sexto llegó el premio, con un golazo de Sicilia que ponía al equipo en disposición de salir de esta pesadilla. El Girona, muy replegado, achicaba a duras penas. Una de las virtudes del buen tono del Tenerife fue su organización para defender allá donde perdía la pelota. Eso fue lo que empezó a fallar a partir de la media hora, cuando el Girona encontró espacios para entrar. El equipo local regaló la iniciativa, tal vez por el espíritu de conservar la ventaja, perdió el control, se abrió mucho y ya no pudo parar la salida de un Girona que lo cogió mal posicionado y aprovechó el pésimo balance defensivo del medio campo local y las notables debilidades del sector izquierdo de la zaga. Despotovic tocó dos balones más y los enchufó. En solo diez minutos, del 31 al 41, el Tenerife vio aparecer todos sus fantasmas (1-2), y al descanso.

El partido imposible.- En la primera jugada del segundo tiempo, el Girona hizo un destrozo. Un gran pase a Despotovic lo dejó solo ante Sergio, que lo derribó y acabó expulsado. Con 10, Tapia quitó a Bellvís para dar entrada al portero Luis, entonces puso a Bertrán en la izquierda y a Juanlu en la derecha. Para completar sus retoques, sacó del campo a Kome y metió a Natalio. La idea fue poner dos enganches, el propio Natalio y Julio Álvarez, por detrás de Nino. O sea, un 4-2-2-1. El problema es que descubrió las bandas arriba y en la primera acción del Girona, su defensa derecho llegó hasta la cocina, combinó en el área y le puso a Kiko Ratón en bandeja el 1-3. El Tenerife estaba hundido, roto, aquello olía a goleada. Y en eso, en el 16'', Natalio robó un balón, dio un buen pase y apareció Nino, que se sacó un golazo de su zurda y enchufó al equipo y al público. Con 2-3 Agné quitó a Kiko Ratón y metió a Jandro por detrás del ariete, para equilibrar más su apuesta, valiente de salida, con dos delanteros grandes en el campo y con un juego de cambios de orientación muy peligroso.

El partido se convirtió en una lucha del Tenerife contra el reloj. El gol los volvió a juntar en el campo, los soltó para atreverse de nuevo a tocar, los devolvió a las sensaciones del inicio (un rearme anímico evidencia cuál es el problema de este equipo).

La apuesta final.- Tapia le dio un giro de sentido común a la situación de su equipo en el campo. Había que tirarse arriba y atacar con todo, porque le faltaba un elemento. Entonces metió a Dubarbier en el lateral izquierdo y devolvió a Marc a la derecha. Así podía aprovechar a sus laterales, bien perfilados, para atacar y hacer centros. El argentino tiene una zurda que dará que hablar, entró una y otra vez por la izquierda y ayudó a que el equipo fuera más ancho. Sin embargo fue un clásico, Bertrán, el que puso el centrol desde la derecha que dio origen a un córner con el que llegó el 3-3, después de que la pelota fuera devuelta por el larguero. Nino, que llevaba todo el año sin vivir experiencias de este tipo, se soltó y casi marca el cuarto un minuto después.

El Tenerife no celebró con efusividad el empate, pero en el fuero interno de los jugadores seguro que queda un residuo de esperanza. Las cosas han cambiado (supongo que los pesimistas ya no están leyendo esto): cinco goles marcados en dos partidos, casi tantos como en toda la primera vuelta en casa, una reacción propia de un equipo que está vivo, media hora de buen juego y... Kitoko, que viene para traernos el equilibrio defensivo que tanta falta hace.