En el fútbol está casi todo inventado. Son los protagonistas (jugadores, técnicos, directivas) los que se empecinan en convertir en una ciencia lo que es un deporte que cuenta su edad por siglos. Ha sido llegar un entrenador con criterio al Tenerife, poner a los mejores sobre el campo, situarlos a cada uno en su sitio y retocar con algún refuerzo una plantilla mejorable, pero no mala, y han empezado a llegar las buenas noticias para la sufrida afición. Ayer, en forma de victoria, en un campo que empieza a ser talismán (el Helmántico) y ante un rival, el Salamanca, al que agrandó su crisis.

El partido hay que procesarlo como la búsqueda de varios objetivos: el primero, tener la posesión del balón. Y lo consiguió la escuadra insular, aunque le faltó en los primeros 45 minutos algo de claridad en el último pase. El segundo, echar el cerrojo en la portería propia. Ésta sólo se alcanzó a medias. Como los charros sólo podían llegar de forma intermitente, y siempre al contragolpe, nunca inquietaron de verdad a Luis García. Pero les bastó una falta lejana para marcar. El portero no salió, a Moratón lo dejó absolutamente solo su par... y 1-0 (25'').

El tercero de los objetivos marcados tenía que ver con la competitividad. Para eso, hace falta concentración, intensidad y mucha cabeza para poner la pausa o acelerar en función de lo que se necesite en cada momento. Y también para asimilar los golpes y superarlos. Al cuadro blanquiazul le costó únicamente cuatro minutos igualar el choque. Lo hizo devolviendo el golpe en una falta similar a la local, que sacó Julio Álvarez, prolongó Luna y cabeceó a la red Pablo Sicilia (29'').

Había sorprendido Tapia con la inclusión de Natalio en la banda derecha. No tanto con la titularidad de Dubarbier y Kitoko. Éste último le dio equilibrio a su equipo en el centro del campo. La explicación más coherente suele ser la más sencilla. Es el caso. La sola existencia de un especialista en el pivote defensivo le dio red a Antonio Hidalgo y Julio Álvarez para crear fútbol. El conjunto canario pareció menos vulnerable que en toda la temporada. La demostración, en los números salmantinos. Aparte del gol, sólo disparó una vez en los primeros 45 minutos: Kike López, muy arriba desde la frontal del área (34'').

En cambio, el Tenerife lo intentó más de una vez: Nino (12''), Antonio Hidalgo (18'') y Natalio (35'' y 46''). Eso sí, le faltó algo de profundidad por la derecha y abusó de Dubarbier, que acabó extenuado a poco de empezar la segunda mitad del choque. Tras el descanso, dio un paso adelante el equipo de Óscar Cano. Las áreas seguían vetadas para el remate y ambas escuadras lo intentaban desde fuera. Quique Martín, de falta, probó fortuna primero (53''). Y Julio Álvarez (55''), tras recibir en una buena internada de Marc Bertrán, respondió sin premio.

Moratón, protagonista en el 1-0, repitió la acción (que no la finalización) poco después. El central se anticipó a Pablo Sicilia en una falta sacada por Quique Martín de nuevo, pero no acertó en el remate (59''). Los locales se habían adueñado del balón, quizá por el cansancio del centro del campo tinerfeño. Refugiados en el contragolpe, los blanquiazules sacaron las garras para advertir a su rival. Fue Kome, recién ingresado, el que condujo la primera acción. Nino y Bertrán participaron antes de que Natalio rematara arriba (67''). En la siguiente, el valenciano forzó una gran intervención de Bernabé, a centro del lateral ilerdense (69'').

Dicen que el que avisa no es traidor. Pues en el córner resultante, Julio Álvarez le puso el balón en la cabeza a Pablo Sicilia para convertirlo en bigoleador (70''). Quede claro que sin quitarle mérito al grancanario, que ayer estaba en estado de gracia. Con el marcador a favor, el Tenerife dio un natural paso atrás. Cano cerró sus cambios con dos hombres de ataque como Marcos Márquez y Toti. Nada más entrar, éste último puso un buen balón desde la derecha que Kike López cabeceó fuera por poco (76'') en la mejor ocasión charra para empatar.

El partido se dirigió inevitablemente hacia el área de Luis García, que a punto estuvo de convertirse en el malo de la película. Fue en un córner sacado por Quique Martín que, tras tocar Luna, se dirigió accidentalmente hacia la portería. El profesional toledano se quedó quieto en la línea de gol y Marcos Márquez aprovechó su inexplicable pasividad para rematar a la red. Pérez Montero castigó con falta el leve contacto entre delantero y portero (78''), evitando el disgusto en la Isla y un mal trago difícil de explicar a Luis. Justo después, llegó la segunda amarilla a Kitoko. De ahí al final, el Tenerife sufrió por la incertidumbre, pero no porque el Salamanca creara ocasión alguna.