EL PROYECTO de Ley del Juego aprobado por el Consejo de Ministros introduce un disparate normativo de calado, que ha despertado las críticas de las cuatro principales patronales españolas de medios de comunicación: AEDE, UTECA, AERC y ARI.

Viene a exigir a los medios de comunicación que verifiquen la legalidad de las empresas anunciantes de juegos y apuestas antes de la inserción publicitaria, en un intento de que las empresas periodísticas, que en su conjunto arrastran fuertes pérdidas en los dos últimos años, se conviertan en auténticos policías del juego y ahorren así trabajo a los servicios de inspección del Estado y de las comunidades autónomas.

Sorprende que un proyecto de ley que atraviesa tantos filtros antes de llegar al Consejo de Ministros se atreva a tan peregrina propuesta. Por esa vía, a cualquier aprendiz de legislador se le puede ocurrir en el futuro exigir a los periódicos el control de legalidad de todo tráfico publicitario para garantizar que las inmensas bolsas de economía sumergida no se aprovechen de la prensa para alquilar pisos, arreglar coches o vender cualquier cosa al margen de la ley.

La propuesta demuestra la misma miopía y falta de sentido común que inspiró la famosa Ley Sinde; pero esta vez en sentido inverso, llevando su absurda manía regulatoria del mundo digital al mundo analógico. Si en la ley contra las descargas digitales se pretende poner puertas al campo (y será un fracaso anunciado en el objetivo que persigue), en esta Ley del Juego se pretende la tontería de vedar la publicidad a juegos y loterías que no garanticen previamente su legalidad en la prensa, radio y televisión, dejándole el campo libre en Internet, donde publicidad e información no se diferencian en muchas ocasiones.

El caso, sin embargo, reabre otro debate más que incómodo en el sector: la publicidad sobre la prostitución, que hasta ahora ha contribuido a la cuenta de resultados de los medios a costa de ser otro de los factores que minan su credibilidad o, por lo menos, su imagen.

En estos mismos días, los editores de la AEDE se han vuelto a rebelar un tanto "de boquilla" contra las "leyes del juego" que Google marca en el mercado publicitario. Reclaman una parte de los beneficios que el buscador obtiene cuando ofrece sus servicios de noticias absorbiendo automáticamente las generadas por los medios tradicionales. Al rebufo de las presiones que ejercen grandes empresarios de la comunicación mundial como Murdoch (el magnate de News Corporation), es de esperar que, a la postre, Google ceda un poco, muy poco, de sus beneficios, si es lo que hace. Porque desde hace años tiene la sartén absolutamente por el mango. La ley del Juego publicitario, en este caso, la marca Google, que está por encima de parlamentos, senados y gobiernos, al menos en lo que conocemos como mundo libre. Cualquier periódico o medio de comunicación puede, en cuestión de minutos, vetar el acceso de los buscadores a sus páginas, pero ninguno lo hace porque eso solo conduce a la pérdida de lectores y de visitas. Es por ello que no tienen una buena posición negociadora.

Y todo ello ocurre en el centro de una crisis económica galopante que ha agravado y multiplicado la crisis del propio negocio periodístico en un mundo digital en el que todos los antiguos intermediadores han perdido pie y buscan, afanosamente, nuevos modelos de negocio que les permitan sobrevivir.

El periodismo, la generación de buenos contendos de actualidad, no va a morir, pero va a cambiar radicalmente en sus soportes, en sus narrativas y en su forma de relacionarse con los ciudadanos. Lo está haciendo ya desde hace años.

Y es curioso que el mundo periodístico, tan inclinado a adelantar las tendencias de la sociedad, tan dado a pronosticar sobre el futuro en todos los órdenes, dé tantos palos de ciego a la hora de adelantar la noticia del suyo propio, haciendo buena la sentencia "en casa del herrrero, cuchara de palo".

Como industria cultural, la prensa demandará pronto ayudas como las del cine, siquiera temporales, para acometer su necesaria reconversión al escenario digital, que se empobrecería sin duda si desaparecieran buena parte de los viejos periódicos. Y mientras esos refuerzos no llegan, lo que es absurdo es someter a los periódicos a nuevas cargas como las que se dibujan en la nueva Ley del Juego. Tan absurdo como que muchos periodistas sigan completamente al margen de los más elementales elementos del ecosistema digital. Para muestra un botón: en una reciente jornada del ISTAC sobre el tema "Periodismo y datos", ninguno de los periodistas asistentes sabía lo que era el sistema RSS, el más generalizado de los formatos de Internet para sindicar o compartir contenidos antes de la popularización de las redes sociales. Y nadie puede hacerse un hueco en ese mundo si vive de espaldas a él.