Cuatro años y medio más tarde, cuatro reconstrucciones diferentes, tres informes forenses, múltiples informes, las declaraciones de casi sesenta personas, incluidos todo tipo de peritos, y un juicio complejo y largo han logrado que solo quede claro que sobre las 21:30 horas del 28 de octubre de 2006, un joven de 21 años conducía por encima de la velocidad permitida por la avenida Marítima de Santa Cruz cuando atropelló a tres miembros de una misma familia causándoles la muerte, lo que se confirmó casi desde el primer día y por lo que la Fiscalía pide cinco años de prisión para cada acusado.

Los esfuerzos de los letrados de la defensa y de la acusación particular por determinar durante cinco intensos días cómo ocurrió el triple atropello, con múltiples versiones de un mismo hecho, todas "posibles", y según para quién "probables", fueron resumidos al tercer día de juicio por el perito Félix Ríos en una frase: "Nunca se podrá saber con exactitud cómo ocurrió el atropello", porque nadie lo vio.

El día de los hechos había varias personas en las zonas próximas del lugar del suceso. Salvo el castañero, que afirmó que vio "un cuerpo desplazándose a 5 metros de altura", el resto de los que se hallaban en las proximidades solo escucharon un golpe y, al mirar, había tres cuerpos sobre la calzada a diferentes distancias.

Un coche azul, otro naranja, dos rojos, ruidos fuertes de motores o ningún estruendo al pasar los vehículos, el mismo semáforo en rojo y en verde a la vez, adelantamientos de coches que para algunos ni si quiera circulaban por la vía, diferentes sincronizaciones de relojes de organismos oficiales, tres personas cruzando en diagonal y en línea recta en el mismo momento, una de ellas delante de las otras y al lado a la vez, tres personas proyectadas en el aire o solo una de ellas y las otras dos transportadas en el capó del Mini, y hasta alusiones a la serie estadounidense de televisión "CSI".

Se ha escuchado de todo esta semana en la sala del Juzgado de lo Penal número 3 de Santa Cruz de Tenerife, en un juicio inusual, únicamente para poder convencer al juez del grado de culpabilidad que tienen los acusados. Y para ello, se elaboraron hasta cuatro reconstrucciones del mismo accidente, con avanzados programas tecnológicos, basadas en las pruebas recogidas de un coche al que no tuvo acceso la Policía Científica hasta 26 horas después del accidente y en testimonios de personas que en algún momento vieron algún hecho relacionado con el atropello. Algunas de esas declaraciones eran contradictorias e, incluso, fueron formuladas tras acceder a las informaciones de los medios de comunicación.

El ERAT.- Una de las peculiaridades de este accidente es que se trasladaron desde Madrid miembros del Equipo de Reconstrucción de Accidentes de Tráfico de la Guardia Civil para poder aclarar cómo ocurrió el atropello. Cuando llegaron los funcionarios públicos, en la escena del crimen ya no quedaban restos del siniestro, por lo que tuvieron que utilizar los atestados de los agentes de la Isla. En ellos se incluían mediciones tomadas, según el letrado de la defensa del conductor del Mini, P.G., "a ojo de buen cubero", las fotos del lugar de los hechos, las diferentes declaraciones de los testigos que se encontraban por la zona, las autopsias del Instituto de Medicina Legal, los impactos que presentaba en coche y los restos biológicos que pudo obtener la Policía Científica. Todos estos datos se incluyeron en un sofisticado programa reconocido y utilizado mundialmente que plantea diferentes opciones que se van descartando hasta dar con la que más se aproxime a lo que ocurrió. Tras este proceso, el ERAT facilitó tres opciones: el atropello se cometió 5 metros antes del paso de peatones cuando el vehículo circulaba a 100 km/h; que tuvo lugar en el paso de peatones a una velocidad de 94 km/h o que se cometió cinco metros detrás del paso de peatones a una velocidad de 85 km/h. En estos tres supuestos, el ERAT no tiene en cuenta la carrera entre el Volkswagen Polo Adventure, coche que no incluye en la reconstrucción, y el Mini, pero sí la proyección de las tres personas, además del impacto del padre en el lateral del coche, con el que se produjo la lesión craneal. Así, los especialistas determinaron en sus conclusiones que el atropello tuvo lugar en algún punto comprendido entre cinco metros antes y cinco después del paso de peatones y que el Mini circulaba por el carril izquierdo a una velocidad de entre 85 y 100 km/h. cuando su conductor vio a las víctimas, no tuvo tiempo de esquivarlas y las atropelló. El padre, que caminaba delante de las dos mujeres, se giró y las tres personas fueron proyectadas. Respecto al ciclo semafórico, los funcionarios públicos no tuvieron acceso al informe de la Policía Local sobre esta cuestión, por lo que concluyeron que tanto podía estar en verde como en rojo.

La acusación particular.- La acusación particular también realizó su reconstrucción. Basada en los mismos datos que el informe del ERAT, al que tuvo acceso, llegó a la mismas conclusiones que los funcionarios públicos salvo en las afirmaciones de que el Mini circulaba a 91 km/h., que el atropello se cometió en el paso de peatones, que el semáforo estaba en rojo para los coches y que se conocían porque vivían en la misma calle. Para este último dato, el perito de la acusación utilizó el informe de la Policía Local, que señala que estaba en rojo. Este informe se basó en el testimonio de una persona que dijo que diez metros antes del semáforo de la intersección entre San Sebastián y la avenida Marítima vio pasar el coche (o los coches), llegó al semáforo, donde frenó un poco, giró en dirección al Parque Marítimo y, tras ello, miró por el retrovisor, sin gafas de cerca, y vio el semáforo que está en frente de Hacienda, en dirección a San Andrés, en rojo. Además, el conductor del Polo cometió un delito de omisión de socorro porque, pese a llamar al 112, no regresó al lugar de los hechos, sino que J.R. acudió a la Policía a los 12 días cuando la búsqueda del coche estaba acotada a 10 vehículos en la Isla. La omisión de socorro del conductor del Mini se basa para la acusación particular en que P.G., tras parar y ver lo que había ocurrido, regresó al vehículo para marcharse del lugar, pero no pudo porque el coche no funcionaba.

La defensa del Mini.- La defensa del conductor del Mini rojo, P.G., hizo su propia reconstrucción con el mismo programa informático de la ERAT, pero versión más actualizada. En su versión, el Volkswagen Polo Adventure circulaba por el carril de la izquierda cuando vio a las víctimas, que cruzaban unos 5 metros por delante del paso de peatones, que caminaban en paralelo, y los esquivó, lo que distrajo al conductor de Mini que no pudo evitar el atropello, que se cometió en el carril derecho por el que circulaba, al igual que el otro vehículo, a unos 80 km/h. El coche impactó sobre la madre y la hija y proyectó al padre, siendo ambas mujeres transportadas en el capó del coche durante una distancia, para caer primero la hija y luego la madre. Esta teoría se basó en que la hija no recibió ningún impacto del vehículo y las rozadoras que presentaban las mujeres en la piel no eran lo suficientemente graves como para que hubiesen rodado por el suelo tras la proyección en el aire y en la lesión en el cráneo del padre pudo ser provocada por el borde la acera o de la alcantarilla que estaba junto a su cuerpo. En este supuesto el semáforo estaba en verde para los coches, una coclusión basada en el tiempo que pasó entre la última grabación antes del accidente de la cámara del Cabildo y la primera llamada al Cecoes-112 y los ciclos semafóricos. Cabe señalar que en esta opción los dos jóvenes no hacían carreras, no se conocían (solo de vista); que P.G., que estuvo en una chuletada y luego en la zona del Auditorio tocando la guitarra con unos amigos, se había bebido dos cervezas aquella tarde y que tardó unos minutos en regresar al lugar del atropello, donde reconoció los hechos según los testigos, por el "shock". Un policía reconoció que condujo el coche hasta el lugar concreto del atropello.

La defensa del Polo.- La defensa del conductor del Polo Adventure rojo, J.R., también hizo su reconstrucción del atropello, limitada a la participación de este coche en el accidente. En esta opción, el Polo, cuyo conductor venía de jugar un partido de fútbol del Sauzal, circulaba a 50 km/h por la avenida Marítima, y detrás de él iba otro coche oscuro, cuando vio a los peatones, miró por el retrovisor derecho para esquivarlos y vio venir al Mini, por lo que invadió el carril contrario para evitar el accidente, lo cual logró. Continuó y, tras escuchar el golpe llamó al 112 para alertar de lo ocurrido y se marchó porque las víctimas ya estaban siendo atendidas. En esta versión no hubo carrera y los acusados se conocían solo de vista. Para demostrar que hubo un tercer coche de color azul, la defensa de J.R. llevó a un especialista en colores que explicó, ante las dos llamadas al 112 que hablaban del coche azul, la dificultad de confundir, con el tipo de luz de las farolas, los colores rojo y azul.