Lorenzo Dorta García (Buenavista, 1939) quiso retirarse de la política hace unos años y lo nombraron presidente del Consorcio de la Isla Baja. Ahí sigue trabajando por su comarca después de toda una vida de frenética actividad social y política. Dorta fue y es maestro, pero también ha sido alférez de milicia, entrenador de fútbol, alcalde de Garachico durante el franquismo y la democracia, director general y viceconsejero del Gobierno canario, y consejero del Cabildo de Tenerife, entre otras muchas facetas personales y profesionales. Dorta, que esta semana recibió un homenaje del instituto que lleva su nombre, tiene la satisfacción de ver nacer el puerto de su pueblo de adopción, una obra que inició sin éxito en 1981 y que contempla incrédulo: "Veo la obra del nuevo puerto de Garachico y todavía no me lo creo".

¿La obra del instituto de Garachico, que permitió acercar la educación a su pueblo, es un motivo especial de orgullo?

Evidentemente. Traer la educación a uno de los pueblos más alejados de la capital me enorgullece. Me da especial satisfacción haber conseguido además un edificio integrado en el casco histórico con una arquitectura respetuosa con el entorno. Eso nos costó dos años de negociaciones con Madrid, porque las competencias estaban allí. Y además el presupuesto fue el doble de lo habitual, pero gracias a eso tenemos este hermoso instituto con tejas y sin uralita.

¿Qué retos de futuro le esperan al Consorcio de la Isla Baja?

Ya tenemos el campo de golf y el hotel de Buenavista; se hizo la variante de Los Silos, y la remodelación de la costa silense también está a punto de finalizar a la espera de expropiar algunos terrenos. El puerto de Garachico esperemos que se termine en el primer trimestre de 2012. Y el ecomuseo de El Tanque, que es una inversión de más de 12 millones de euros, va saliendo poco a poco. También organizamos los Caprichos Musicales, unos conciertos de música clásica que se ofrecen en la comarca durante cuatro meses al año para vecinos y visitantes.

Cuando mira la bahía y ve ese puerto de Garachico prácticamente terminado, ¿qué piensa?

Veo la obra del nuevo puerto de Garachico y todavía no me lo creo. Han pasado muchas cosas en los últimos treinta años. Empezamos las obras en 1981, se pararon, volvieron a aprobarse... Y ahora por fin van a salir y se van a hacer realidad. Será un punto de desarrollo muy importante para la Isla Baja. Esperemos que la inversión privada apueste por Garachico y al final vengan también barcos de pasajeros.

¿Con qué actuaciones se queda de su larga trayectoria política de más de 40 años?

Fui alcalde durante 18 años y también pasé más de treinta años en el Cabildo. Siempre hay cosas agradables y desagradables. Como mi primera gran obra recuerdo la variante de Garachico, que logró sacar el intenso tráfico del casco, que lo estaba deteriorando. Esa nos la concedió Adolfo Suárez. También pudimos restaurar los conventos y el castillo gracias al apoyo económico de la Dirección General de Regiones Devastadas de la Guerra Civil. Otra gestión difícil. En el Cabildo pasé por tantas consejerías que no se me viene nada concreto a la memoria. En el Gobierno tuve un cargo que recuerdo con cariño porque me encargaron transferir competencias a los cabildos.

Usted que ha pasado por el ayuntamiento, el cabildo y el gobierno, ¿con qué nivel de la administración se quedaría?

Con el ayuntamiento, que es lo más cercano al ciudadano. Allí se gestiona casi a diario con los vecinos.

¿Su sueño para Garachico?

Yo ya he dejado de soñar. Hay otros políticos a cargo de eso. Veo las cosas que se pueden mejorar, pero como si fuera un concejal. Veo cosas pequeñas, no grandes obras. Quizá sí me gustaría que se hiciera el funicular para unir la parte alta y la parte baja de Garachico, porque además sería un gran atractivo turístico.

Empezó en política en tiempos de Franco, ¿cómo ha visto la evolución de los políticos?

El Gobernador Civil de aquella época me nombró alcalde a dedo y me dijo que el cargo era obligatorio y gratuito. Eso hace que las cosas se vean de otra manera. Luego ganas las elecciones democráticas y te llevas una gran alegría porque la gente ha reconocido tu trabajo anterior. Antes había mucha pobreza y pocos recursos económicos, pero hacíamos milagros. Lo primero que hice como alcalde en la etapa de Franco fue organizar asambleas públicas en los barrios para preguntar a los vecinos qué necesidades tenían. Así hicimos una lista de prioridades.

Eso hoy lo llaman presupuestos participativos...

Sí, pero entonces se pedían cosas tan básicas como agua, luz, escuelas y centros médicos. Esas asambleas fueron una experiencia importante. El propio Gobernador Civil me decía ¿cómo eres capaz de hacer asambleas públicas? Pensaba que se podían montar números importantes, pero no pasaba nada.

A usted lo investigaron por presunto comunista...

Sí, pero fue un malentendido con el actor Juan Diego, que sí era comunista. Hubo un atentado en Madrid y cuando investigaron las casas de algunos sospechosos encontraron una tarjeta de visita mía que le había dado cuando vinieron a una actuación. Pero yo ni comunista ni franquista ni leches, yo era un alcalde inquieto que quería hacer cosas por su pueblo. La policía me preguntó por la tarjeta, pero no fue nada. Tengo anécdotas de esas a montones. Para reírse uno un rato.

¿Cómo ve ahora a los políticos? ¿entiende a los indignados?

Hay políticos que han ensuciado la política, pero no todos los políticos son iguales. Hay mucha gente honesta y responsable, pero los que han decepcionado han hecho mucho daño. Por eso la gente tiene ahora un mal concepto. Los indignados del 15-M piden cosas sencillas, normales y prioritarias. Hay que replantearse la política.

¿Usted se siente orgulloso de haber sido político?

Sí, me enorgullezco de haber ocupado los cargos que he ocupado. No he tenido escándalos ni problemas graves. Me siento satisfecho de lo realizado y me enorgullezco de mi honestidad, mi entrega y vocación de servicio al ciudadano. Creo que nunca he dejado de recibir a ninguna persona que me pidiera una entrevista o reunión. Y a eso había que echarle tiempo, desde la mañana hasta la noche. Para eso hay que tener vocación.