Varón, 48 años, casado y con dos hijos casi de 15; experiencia en el subsector turístico y en gestión pública; dotes para la comunicación, las relaciones personales y las duras negociaciones, corporativo pero con criterio propio y abierto a muchas posibilidades, busca empleo. Es consciente de lo difícil que resulta a su edad reorientar su perfil profesional o volver a su actividad de joven (hasta los 32), pero, si no le sale algo pronto, deberá hacerlo o entrar en una pseudo depresión si no lo asimila.

Parece el perfil de múltiples parados canarios, españoles y del planeta Tierra en pequeñas y desesperadas gacetillas, pero se trata de un caso muy especial que, eso sí, seguramente se resuelva a corto plazo. Hace apenas tres meses, y desde 1995, Ramón Miranda, garachiquense por los cuatro costados, era propietario, nada más y nada menos -y con renovación cada cuatro primaveras-, del bastón de mando local. Hoy, y desde la segunda semana del pasado junio, Miranda, de CC, está apuntado al paro en la oficina del Inem de Icod, la que le corresponde.

Lo más curioso de este paso del sillón de Alcaldía, del máximo poder municipal durante 16 años (la trayectoria más dilatada en esta etapa democrática en la Villa), a la cola del desempleo es que, pese a perder su trabajo por un escaso, polémico y judicializado voto (así como por los inescrutables caprichos de la ley D''Hont y por el rechazo de las tres fuerzas restantes a su persona), en este tiempo ya han ido a su casa hasta cuatro vecinos a pedirle empleo o que, por lo menos, les oriente y ayude, algo que ha hecho utilizando sus múltiples contactos.

Según relata, cuando fue a apuntarse al Inem, la gente que lo vio en la cola daba por hecho que estaba haciendo alguna gestión, pero, en ningún caso, que ingresaría en la implacable lista él mismo. Sin embargo, y de momento, es uno de esos cientos de miles de parados canarios y millones de españoles.

Ante una situación así, que lo tiene en parte desconcertado, aunque también le ha permitido una mayor perspectiva y disfrutar de su familia las 24 horas, Miranda asegura que lo que más le choca es pasar "de ir a mil por mil en la gestión diaria a este ralentí en mi casa". De todos modos, y con más razón que nunca, ahora se le avivan los recuerdos de las veces que, ante vecinos desesperados que iban a su despacho a pedirle empleo, les decía que, quizás algún día, él estaría igual. Por un voto, sus temores se han cumplido.

"Mucha gente piensa que los alcaldes y ediles estaremos siempre en esos cargos, pero no es así", explica. En este sentido, alude al cambio que se produjo en la ley hace dos años, "y que impulsamos desde la Fecam", para que los cargos públicos tuvieran derecho a paro ante situaciones como la que él padece ahora, "ya que, de lo contrario, todo sería mucho peor".

Por supuesto, y contribuyendo al nivel que lo hacía, el exregidor cobra el máximo del seguro de desempleo y es consciente de que su caso resulta incomparable con el de miles y miles de ciudadanos cuyas perspectivas son mucho más sombrías. Eso sí, y tras tomarse dos meses de descanso (julio y agosto) para "reordenar un poco mis cosas y mi casa", afirma que, si su partido no le ofrece nada en alguna administración superior en septiembre, tendrá que intentarlo en el sector privado, preferentemente en el turismo. En este último caso, dejaría por completo la política, salvo su militancia. Lo que tiene claro "al 100%, por lo menos ahora, pues puedo ser esclavo de estas palabras", es que no volverá a la política local.

De su balance como alcalde, se muestra orgulloso del cambio vivido en la Villa en infraestructuras y gestión, del PGO elaborado ("Berto ha sido el mejor edil de Urbanismo de Tenerife", afirma en alusión al actual alcalde) y, sobre todo, del puerto. Un proyecto por el que, según admite, quiso seguir liderando CC, "ya que es una ambición personal". Ahora, y pese a tener unos grandes resultados, duda sobre si debió ceder el testigo antes a Heriberto González, "que, seguro, será un gran alcalde".