EL TIEMPO geológico se acompasa a nuestra efímera existencia. Inmensa fortuna poder vivir semejante fenómeno único. El verbo se hace carne: la teoría del nacimiento de las Islas Canarias ahora con un ejemplo práctico, para ver y tocar. No está escrito, no hay antecedentes históricos o prehistóricos del afloramiento de una nueva isla, islote o lo que al final nos regale el capricho de la naturaleza.

De momento prevalece el dramatismo, la precaución extrema. Pero ya está. Ya pasó el susto una vez que el magma decidió aparecer por un lugar deshabitado de la mar océana. Ahora comienza el espectáculo. Y ahí es nada; quién da más: ¿qué destino es capaz de ofrecer el nacimiento de una isla a cuatro horas del corazón de Europa? El Hierro a finales de 2011; turismo en estado puro, la vivencia que deja huella imborrable.

Y me pregunto si hay alguien que esté pensando en esto, en cómo gestionar la avalancha de curiosos que se avecina -como yo mismo y toda mi familia-, que no dejaremos ni locos pasar la oportunidad de contemplar el prodigio por primera y quizás única vez. Y digo que debería haber alguien que organice las visitas, un comité de expertos; otro pero con visión comercial y el afán mercantil de generar riqueza. De la hecatombe que no llegó surgen, inesperadas como el propio volcán, enormes posibilidades.

De entrada deberíamos disponer de una lista donde apuntarnos para reservar turno, con su entrega a cuenta (dinero con el que pagar las ayudas a los afectados por los meses de incertidumbre) y un programa con las alternativas para visitar la erupción, por tierra, mar y aire, con la oferta de transporte, alojamiento, manutención y actividades complementarias. Podría estar pensado para los bolsillos más modestos, con una "Mirinda" y unos prismáticos; y también para quienes pagarían lo que fuera por desembarcar con casco y armadura en la nueva isla, bajo la densa lluvia de piroclastos.

Habrá quien no se atreva a permitir que alguien se acerque y prefiera mantener una actitud que infunda compasión como si se hubiera consumado la catástrofe. Y habrá que argumentar que no está la cosa para lamentaciones, tanto que se habla de aprovechar lo poco que nos ofrece tan extraña coyuntura de crisis. Y además buscaremos ejemplos en otras partes del mundo, desde las aulagas que arden con el mismo fuego magmático en Lanzarote, a la inolvidable experiencia frente al gigantesco glaciar en los fiordos del sur andino, ninguna exenta de riesgo asumible cuando la exposición es voluntaria.

Dar a conocer el volcán es el reto de organización en Canarias que nos permitirá cambiar el ánimo, el necesario primer paso para enfrentar el futuro.

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