La trufa, uno de los manjares naturales más exquisitos de la gastronomía, está empezando a encontrar en España una manera de incorporarse a las cocinas de las familias a través del turismo temático, denominado "trufiturismo".

Esta tendencia contempla visitas a los campos donde se recoge la trufa, menú degustación con este manjar como protagonista y tratamientos de salud y belleza con productos derivados de este hongo.

"El problema es que todavía no existe aquí una cultura de la trufa, y se piensa que es un producto sólo reservado para restaurantes de lujo, pero bien aprovechada, la trufa puede incorporarse también en casa", aseguró a EFEverde Sandra Pérez, responsable de la empresa turolense pionera en la promoción del "trufiturismo" español.

La trufa, utilizada principalmente para dar mayor aroma a algunos platos, presenta una particular y beneficiosa relación con las especies de árboles del género quercus, como las encinas o carrascas.

"La carrasca y la trufa se benefician mutuamente porque tienen una relación de simbiosis, y ambos comparten nutrientes, agua y carbohidratos, además, la trufa necesita para crecer agua de una manera constante", explicó Pérez.

En España existen zonas privilegiadas para el cultivo de este manjar, como la sierra de Gúdar-Javalambre, en Teruel, donde su clima continental, además de la composición de la tierra, favorecen la aparición de estos hongos subterráneos.

En determinadas zonas de Castilla-La Mancha, Cataluña y el Pirineo, también se encuentran importantes zonas de quercus de los que se obtiene el oscuro manjar gracias al olfato de perros especialmente entrenados, sin los cuales "sería imposible la obtención de la fruta", como asegura Sandra Pérez.

Otro de los secretos de la trufa es la paciencia, ya que no es hasta los cinco años de expuesta al hongo cuando la carrasca comienza a dar los primeros frutos de trufa, y solo diez años después puede comenzar a dar sus frutos de una manera más intensiva.

Con la llegada del mes de noviembre, y hasta marzo, comienza la recolección de la Melanosporum, de aspecto negro por dentro y por fuera, y cuyo precio puede oscilar entre los 300 y los 800 euros el kilogramo, según la oferta y la demanda del momento de recogida.

Sin embargo, las aportaciones de la trufa no se limitan sólo al ámbito culinario. Existe toda una variedad de cosméticos y productos de belleza inspirados por las bondades de la trufa y tratamientos de SPA y masajes que utilizan esta esencial fuente botánica de nutrientes y minerales.

La Tuber melanosporum, rica en selenio, está considerada como un importante antioxidante y previene el envejecimiento celular gracias a las vitaminas B, B2, B3, B6, A, E, potasio y sodio que aporta.

La "trufoterapia", que ya se aplicando en algunos establecimientos, propone a los "trufituristas" someterse a tratamientos naturales que afirman y levantan la piel, actuando como un bótox natural.

Existen también jabones, cremas faciales, leches corporales, geles de baños, sales o exfoliantes con una base en común: la trufa, que gracias a su alto aporte vitamínico ayuda en tratamientos de relajación y antienvejecimiento.

Según Sandra Pérez, se calcula que existen en el mundo más de 150 variedades de trufa, aunque en Europa sólo se recolectan una veintena.

Sin embargo, sigue siendo la Tuber magnatum pico, o trufa blanca, que recoge especialmente en el Piamonte italiano, la más valorada en el mercado gastronómico, donde supera los varios miles de euros por kilo.