IMAGINEMOS que hoy es lunes. Ayer los ciudadanos cumplimos con nuestro deber constitucional y acudimos a las urnas. Vaya éxito. A las nueve de la mañana todos los partidos tenían el mismo número de votos, ninguno; a las ocho de la noche ya no.

Hubo algo de abstención, claro, esquiroles que serán condenados a trabajos forzados por desobediencia civil. Y también algunos cientos de miles de votos nulos que expresan el desencanto con los partidos políticos con los candidatos, con el sistema electoral, con su perra vida o con lo que fuera. Confieso que no entiendo muy bien cómo quieren que las cosas cambien si se mantienen al margen. La "revolution" sin mojarse es como el invento de la ducha con agua seca.

Mágica noche electoral. Aunque sin fuegos artificiales, solo rictus de responsabilidad contenida y algunas ganas de llorar. Y todos los partidos ganaron como viene siendo habitual. Porque no hubo mayoría absoluta como auguraban las encuestas, que no descontaron que el voto es individual, secreto e intransferible. Resultado de una democracia madura que sabe lo que se juega.

Y el PP recibió muchos votos. Los más, entusiastas con la expectativa de reflotar el modelo, creyentes en que la confianza que inspiraría el nuevo líder aplacará la voracidad de los mercados, volverá a dar valor a su vivienda y a activar la economía, no entendieron que lo inaplazable es imaginar y poner en práctica otro modelo. Además, otros tantos hartos que solo pretendían un cambio de rumbo.

Mientras, el PSOE y su enorme base electoral, que le cuesta ceder algo más que el entusiasmo, imposible debacle aunque el aspirante no se desmarcara del etéreo ZP (¿quién era ese?), aunque no supiera explicar que cualquier otro en el Gobierno hubiera hecho lo mismo, que contra el paro a corto queda poco más que garantizar la prestación ni que contra la desaceleración no se puede frenar la administración pública en seco sin que el sistema descarrile.

Los nacionalistas también recibieron su parte: siempre hay quien piensa que los intereses locales los defiende mejor el que lleva las siglas de la patria chica, como si los otros elegidos no adquirieran el mismo compromiso con sus votantes. Quizás cuesta discernir entre el interés particular y el interés general. También UPyD, que representa la social-democracia moderada, e Izquierda Unida, que obtuvo la representación de quienes no quieren dejar morir el comunismo.

Imaginemos que sigue siendo lunes, día de grandes titulares: España enfrenta el futuro con esperanza después de la comparecencia conjunta de los cabezas de lista de todos los partidos con representación parlamentaria para anunciar el primer gobierno de concentración nacional.

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