No todas las personas que vemos en la calle son iguales. Jesús Rodríguez, de 38 años, para empezar, ni duerme en la calle. Tiene alquilada una habitación por 250 euros donde le cabe una cama y poco más, explica su madre. En ella tiene un retrete y una manguera de agua fría para asearse, añade.

Sin embargo, no siempre ha sido así. "Es alcohólico crónico", explica Elena León, su madre, que se ha desplazado desde Ceuta para pasar unos días con su hijo. "Me llamaron de la Plataforma de la Dignidad de las Personas sin Hogar. Me dijeron que estaba muy deteriorado, que estaba llorando..." Así es que, como ya ha hecho en otras ocasiones, Elena cogió un avión y vino a pasar unos días con él.

Lo llevó al Hospital de La Candelaria. "De entrada, no lo querían ni mirar, pero luego nos atendieron muy bien", explica. Le han mandado medicación para la ansiedad de la abstinencia y le dieron cita para San Miguel Adicciones.

"No es posible que no exista un centro donde puedan estar por el día, haciendo algún tipo de trabajo. Por la mañana, en el Albergue tiene que ir todo el mundo a la calle y qué van a hacer", se queja Elena.

El ayuntamiento informó días pasados de que existe un centro de día en el Albergue que "tiene como objetivo conseguir la inserción social y laboral de las personas sin hogar. Hasta julio de 2011, el centro de día había atendido psicológicamente a 446 personas, realizado seis inserciones laborales y atendido a más de 240 usuarios".

Junto a su madre, Jesús está mejor. Pero arrastra una historia dura. Hace poco tiempo perdió a su pareja, con la que llevaba 12 años. Una chica llamada Marta también con problemas de alcoholismo a la que vio morir. "Se cayó de la cama y se quedó así con la manita", y hace un gesto que viene a imitar una convulsión. Al parecer, había sufrido una gran caída anteriormente y ese pequeño percance posterior acabó con su vida. "El médico dijo que el coágulo de sangre era demasiado grande", añadió Jesús.

"Yo me lo llevaría conmigo mañana mismo, pero no quiere", se lamenta Elena, que ya ha hecho muchos intentos y amenaza a su hijo con no volver a visitarle más si no se toma las pastillas y sigue el tratamiento que le han prescrito.

Cuando falleció la pareja de su hijo, Jesús y Marta llevaban durmiendo tres días en la calle. Elena les pagó un mes en una pensión. "Para que pudieran ahorrar sus pagas ese mes y comenzar el siguiente mes", explica. Pero Marta murió un par de días después.

Si se le pregunta a Jesús por qué no cambia de vida frunce el ceño y dice que las pastillas le sientan mal o que quiere quedarse en Tenerife "tranquilito". Ni la muerte de su pareja ni el rosario de enfermedades crónicas que arrastra le hacen replantearse su situación.

Cuando trabajaba, se dedicaba a la construcción, pero la bebida le ha robado también esa parte de su vida. "Empecé a beber muy joven", dice, como resumen.