El crecimiento de los últimos años en los países emergentes no ha ido acompañado de la misma progresión en la satisfacción de sus habitantes, según la OCDE, que en un informe lo atribuye a carencias en la cohesión social y a las fuertes desigualdades.

"En algunos países, el crecimiento económico sostenido, la elevación de los niveles de vida y el desarrollo humano no han llevado necesariamente mejoras en la satisfacción" de sus ciudadanos, destacó la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en su estudio de Perspectivas de Desarrollo Global.

Eso "se debe en gran medida a las crecientes desigualdades, a las limitadas posibilidades de participación en la sociedad, al alto desempleo juvenil y al elevado grado de informalidad en el mercado laboral", señaló.

Tailandia, India y, en particular Túnez, son los ejemplos destacados en el informe de países donde el descontento con las condiciones de vida se incrementó en la pasada década, mientras la renta per cápita aumentaba, a un ritmo muy superior al del mundo desarrollado.

En China, Brasil o Costa Rica el grado de satisfacción manifestado por sus habitantes mejoró en los años 2000, pero a una cadencia varias veces inferior a lo que lo hacía la riqueza relativa.

La explicación ofrecida por los autores del estudio es que la demanda de más cohesión social es una característica de las clases medias, definidas como aquellos que disponen de unos ingresos de entre 10 y 100 dólares al día, que gracias a la expansión económica son mucho mas numerosas en el mundo en desarrollo.

En la actualidad la mitad de los 2.000 millones de personas que forman parte de esas clases medias están en los países emergentes, y las proyecciones apuntan a que en el horizonte de 2030 superarán los 3.000 millones.

"Los gobiernos no deben ignorar los esfuerzos de estas clases medias emergentes, ni subestimar su capacidad de movilizar a las personas y ejercer presión para que sean más abiertos y transparentes o para que eleven los estándares de prestación de servicios", subrayó la OCDE.

De hecho, señaló que reforzar la cohesión social debe ser una prioridad política porque es un valor en sí, pero también porque "contribuye al mantenimiento del crecimiento económico a largo plazo".

Lograrla pasa por actuar en los tres ejes que la componen (la integración social, el capital social y la movilidad) y aprovechar la disponibilidad de mayores recursos fiscales para configurar una seguridad social que proteja a todas las capas.

El conocido como "el Club de los países desarrollados" recomendó políticas redistributivas y también una visión y un compromiso de largo plazo porque algunas intervenciones o reformas requieren tiempo para ofrecer resultados, como ocurre con la educación.

A ese respecto, hizo hincapié en que "asegurar que los niños tengan oportunidades equitativas para construir su capital humano sin importar sus antecedentes socioeconómicos es un desafío trascendental para fortalecer la cohesión social".

Igualmente sugirió que el éxito en los cambios en algunos países para luchar contra la discriminación de las mujeres "puede ser una inspiración para otros", antes de recordar que en una economía integrada "se vuelve imperativo desarrollar un modelo educativo que permita movilidad social ascendente".

La OCDE indicó que "dar espacio a las voces disidentes es fundamental para la creación de una sociedad sostenible y socialmente cohesionada" y que la participación cívica y la información política resulta "esencial para que los procesos de crecimiento no pierdan el rumbo".