A TODA prisa, pero sin histerias inútiles, los vencedores de las elecciones del pasado domingo deben ponerse el mundo por montera actuando sobre un eficaz paquete de correcciones que borren todo el nefasto pasado político que ha conducido a nuestro país a un patio enmarañado, reconduciéndolo con medidas urgentes que se pongan en marcha ya. No hay tiempo que perder. Bastantes incertidumbres y engaños se han botado a la basura para convertirnos, con todas las consecuencias, en invitados estupefactos a la indeseable reunión de los países hundidos con mayores primas de riesgo (hace un año, Zapatero afirmó en el Congreso que estábamos saliendo de la crisis).

Los elegidos deben comprometerse con los ciudadanos que, en esta próxima legislatura, no mentirán anunciando formidables expectativas a corto y medio plazo que influirán en beneficio de todos, cuando todos sabemos que seguirán siendo unos pocos los que se repartan la hoy descompuesta tarta con total impunidad. Que no endulcen la penosa situación de España y Canarias con ofertas torpes que despierten las ilusiones en muchos sectores, pero sí que anuncien un sinfín de inversiones que revuelvan el mercado laboral, sin demorar, por otro lado, la deuda con los suministradores... que no cobran. Han de frenar esos impulsos, controlables si no se les sube el carguito a la cabeza, que los conducen a transmitir, constantemente, esa especie de falsa preocupación por la angustia que atraviesan los ciudadanos, ya que, como es conocido, todas las energías contenidas en un equipo de gobierno están dirigidas a conservar o conseguir prebendas y cuchipandas obtenidas, con gran esfuerzo, gracias a la sensible ayuda de toda la tribu política.

Pueden impulsar, incluso dejando los coches oficiales aparcados, soluciones al horroroso paro del país (20%) y al vergonzoso de Canarias (30%). La buena marcha del turismo en nuestra Comunidad no se corresponde con la indeseable situación que los anteriores gobernantes (¿nuevos pactos a la vista?) fueron incapaces de abordar positivamente. Mucho dinero circulando, en la superficie y en el subsuelo, y poco dedicado, por mala gestión y por falta de imaginación (solo construcción y turismo), a robustecer el mercado laboral. No se puede dejar en la gaveta de los olvidos la poca preparación de los trabajadores canarios, quienes, ante una invasión laboral peninsular, europea, latinoamericana, africana o asiática (un paseo por Barcelona abre muchos ojos), poco pueden aportar a las empresas que oferten puestos (alguien se mamó las perras del Icfem, por ejemplo). Estas, las empresas, naturalmente, se inclinarán ante el currículo que más les beneficie, aunque los canarios no debemos olvidar el envío desde Madrid de ilustres ineptos que, a su vez, se consagraron a colocar a todos sus amigos en los mejores puestos de la Administración. Este deporte se ha practicado, con absoluto éxtasis, en todo el territorio nacional. La pesadilla todavía dura, pero ahora la responsabilidad no es foránea.

Los ganadores de la consulta en Canarias deberían esforzarse en el desarrollo de su trabajo para aclarar dónde demonios van a parar todos los dineros que genera nuestra primera industria, quiénes se los llevan y quiénes controlan los que llegan. Los canarios sabemos que en las tierras del sur de las Islas, sobre todo en Tenerife y Gran Canaria, se amasan grandes fortunas al socaire de unas mafias que siempre han estado ahí. Pero el acceso a estos guetos, fuertemente protegidos, ha estado prohibido a los isleños. Habrá que aproximarse, sin complejos, a estos abrevaderos, convertirlos en lugares tranquilos, propios de lo que siempre han sido las Islas. Estudien bien ese proyecto de instalaciones exclusivas para homosexuales... en Santa Cruz. En la isla de enfrente ya lo han experimentado con cierto éxito..., pero en el sur. Suponemos que no denominarán esta actividad como diversificación de la economía.

Siguiendo en Canarias, habrá que limitar los cargos públicos, los asesores y demás arribistas, dedicando todo el esfuerzo del mundo a dignificar la vida de los 300.000 parados sumidos en la más absoluta marginación. No hay ahora mismo competencia política generalizada que resuelva los intereses isleños. Hasta la pasada semana asistimos a lamentables espectáculos, incluidas las auditorías. El desquite puede comenzar ahora. Son factibles cambios en el Ejecutivo. En una democracia, los ciudadanos votan por sus candidatos para que actúen como sus representantes en el gobierno. Lo que sucede es que, al final, los elegidos se convierten en representantes de las formaciones políticas y el gobierno resultante... también.