1.- Ana Oramas llamó gilipollas a Paulino Rivero, ante periodistas, en el transcurso de una conversación informal; fue en La Laguna. No le gustó que Rivero hablara del copago sanitario en campaña. Y lo desautorizó claramente. Uno se pregunta si Paulino Rivero va a abandonar su papel de mono bien agarrado a la rama del árbol, como se decía en este periódico ayer. Porque el declive de Coalición Canaria se produce probablemente por su culpa. Mantuvo un staff que no le informaba de lo que estaba ocurriendo (por ejemplo, en el concurso de emisoras de FM); y se aferró a un cadáver -el del PSOE- para seguir siendo presidente, porque con el PP era imposible mantenerse en el cargo. Su ambición comprometió a su partido. En ciertos comités locales de Coalición se está hablando de que el futuro será mejor sin él; al principio se comentaba en voz baja, pero el tono ha ido subiendo. Y si una política en declive, como la quícara lagunera, se atreve a llamarlo gilipollas en presencia de periodistas, mal asunto. Paulino ha perdido autoridad. La sucesión en Coalición Canaria resulta siempre un tanto sui generis. No se hace al estilo del "tapado" mexicano -y la cita no va con segundas-, sino que al próximo líder se le ve venir. Y también se le ve irse. Paulino anda tocado del ala. Pero no se ve venir a nadie.

2.- Por otra parte, Coalición ya no es un partido; es un caos. Cincuenta mil votos menos en la provincia de Santa Cruz de Tenerife son demasiados. Se habían llenado de soberbia. Ya no vale esa tontería de la voz canaria en Madrid. Ahora, qué paradoja, la supuesta voz canaria en Madrid es la del PP. Soria será ministro; a Alarcó se le reservan cometidos importantes, aquí y allá. Coalición Canaria no ha sabido ejercer de partido serio, sino que ha acudido al chanchullo, a la mentira y a la trampa para culminar la más triste y negra campaña electoral de su historia. Por eso Melchior, un hombre aborrecido por su pueblo, debe mandarse a mudar antes de que le presenten la moción de censura en el Cabildo. Que está al caer.

3.- Rechinan los dientes. Hace frío en la calle. Crearon una clase de políticos que no saben hacer nada en la vida normal. Ignoran el sufrimiento de los empresarios, de las pymes, de los autónomos, porque ellos reciben abultados sueldos públicos cada final de mes. Viven, pegados con La Gotita, a los cargos que han creado y empiezan a sentir que el pelete se cuela por las rendijas de sus despachos. Se tienen que ir; por batatas y por malas personas. Por pésimos gobernantes. Por haber antepuesto sus intereses personales a los de su doliente y entristecido pueblo.