La ciudad de La Laguna vivió este año la tercera edición de la Noche en Blanco como nunca, no solo porque se rebasó la cifra de 200.000 personas (el pasado año fueron 140.000), sino porque dejaron una ciudad bastante limpia, demostrando así un gran respeto por el medio y por la imagen de la ciudad.

La gente comió y bebió en los numerosos puestos repartidos a todo lo largo del casco histórico, y sin embargo lo que se esperaba de una ciudad toda sucia, no se vio. A las 3 de la mañana, cuando ya quedaba poca gente en el casco histórico, el aspecto que presentaba, sin actuar los servicios de limpieza, era de unos residuos dejados de forma correcta en contenedores y papeleras.

No había vasos, botellas o envases tirados por todos lados, sino unas calles muy limpias y otras solo invadidas por las octavillas de las diferentes empresas que promocionaron sus actividades. Los restaurantes sacaron la basura en bolsas de plástico y las apilaron en los puntos de recogida de los servicios municipales.

Esto no lo esperaba nadie porque la lógica apuntaba a que la presencia de más de 200.000 personas era que dejara unas calles repletas de kilos de basura, pero no ocurrió eso, y es que a lo largo de toda la jornada festiva de la gran Noche en Blanco se apreciaba un grado de mentalización muy relevante de los que visitaron la ciudad de diferentes puntos de la isla e incluso de la Península y del extranjero.

Si se iba en busca de malos comportamientos pues los había, como la presencia de vasos o botellas en las jardineras, pero fue muy poco, ya que imperó el comportamiento de alta sensibilización con la ciudad Patrimonio de la Humanidad.

Una gran mayoría de personas comió en los restaurantes y bares de la ciudad, pero otros compraban bocadillos y bebidas o dulces en los correspondientes negocios, y luego los degustaban paseado por la ciudad, pero a la hora de dejar los residuos se veía cómo los ponían en los contenedores colocados por el ayuntamiento. Luego, los servicios municipales dieron muestra de su eficacia.