Los comerciantes de Ramón y Cajal, especialmente los de los números pares, están hartos de una obra que está a la altura del número 26. Se trata de un edificio en construcción que quedó sin ningún tipo de actividad hace cerca de un año, según explicaron algunos comercios de la zona. Desde entonces, se ha convertido en un foco de suciedad y de desperdicios. Incluso, algunos creen que algún indigente utiliza la obra abandonada para pernoctar.

El problema no solo es la obra en sí, sino que esta invade la acera. Cuando la obra estaba en marcha se instaló un andamio y una malla protectora, de forma que los peatones que quieren pasar tienen que atravesar el túnel que se forma. Esta invasión de la acera por parte de la obra perjudica a los vecinos y comerciantes. El más cercano es Pier Luichi di Nicola, que abrió una pizzería al lado del inmueble abandonado hace cinco meses.

Di Nicola explica que habló "con el supuesto dueño" y este le dijo que iban a volver a reanudar los trabajos, pero que no ha sido así. "Le advertí de que en el edificio abandonado hay ratas y me contestó que Santa Cruz está lleno de ratas", dijo.

Este pequeño empresario se lamenta de que nadie haga nada con un edificio que le "compromete el negocio", que tapa la vista y que hace que muchas personas (potenciales clientes) se cambien de acera para evitar pasar por el túnel que forma el andamio.

"Nadie hace caso", subraya también Isael Medina, trabajador de la Floristería Kentia, anexa al local. "Puede venir un temporal y caerse eso encima de alguien", opina. Isael asegura que en Navidades hará un año que la obra quedó parada. La parte que invade la calzada le tapa el escaparate y, además, elimina dos aparcamientos necesarios para el comercio de la zona, añade.

Prohibido aparcar

Esto es porque existe también una señalización de que prohíbe parar o estacionar los días "laborables de lunes a viernes de 8 a 18, excepto camión de obra". No obstante, los turismos suelen aparcar allí, sabedores de que la obra está contrucción está parada.

José Gregorio, de la Frutería San Andrés, dice que el túnel es utilizado por los perros "para hacer sus necesidades" y que muchas personas evitan pasar por debajo y se cruzan de acera. "No sé si me mete alguien a dormir dentro", apostilla.

Nick Specogna, gerente de Cartridge World, se lamenta también de que mucha de la gente que iba a pasar por la puerta de su comercio "cruza la calle" para evitar atravesar el túnel. "Está oscuro, sucio...", dice. Asimismo, comenta que en muchas ocasiones ha pensado en poner una queja en el ayuntamiento, pero que el trabajo del día a día se lo ha impedido.

Varias aperturas en la malla que cubre la construcción dejan ver escombro y materiales abandonados y todo tipo de suciedad. Incluso una camiseta y un pantalón.

A cierre de esta edición, el consistorio no se había manifestado sobre la situación de la obra abandonada.