Aunque no existen reglas, el maridaje más coherente para una celebración como la cena de Navidad va de vinos más secos y suaves a más potentes y dulces. Lo ideal es empezar con un espumoso de Tenerife, para después pasar a un blanco, y vale cualquier delicia de nuestras D.O., a que muchos acaban de salir y estarán frescos y en plenitud. A medida que se degusten platos, los tintos jóvenes y los vinos de crianza pueden aparecer en la mesa, para rematar con un buen dulce o un malvasía. ¡Salud!