Más de cuarenta personas murieron ayer en Damasco por un doble atentado, uno de los más sangrientos ocurridos en Siria, lo que desató las alarmas en un momento de gran tensión en el país tras la llegada de los observadores de la Liga Árabe. Dos fuertes explosiones se produjeron pasadas las 10:00 (08:00 hora GMT) en el distrito de Kafar Souseh, cerca de dos edificios de la Seguridad y la Inteligencia sirias.

El Ministerio del Interior sirio detalló en un comunicado que se trató de dos ataques suicidas con coche bomba que estallaron de manera casi simultánea en las inmediaciones de los dos edificios.

"El modo de ejecución de estos atentados y la elección de lugares concurridos implica la huella de Al Qaeda y representa una escalada cualitativa en las operaciones terroristas de los grupos islamistas radicales contra Siria", señaló.

Al menos 44 personas -entre civiles y agentes de seguridad- murieron y 166 resultaron heridas, según las últimas cifras difundidas por el Gobierno sirio, que insiste en que los actos violentos de los últimos meses son obra de supuestos grupos armados terroristas.

Este doble atentado "demuestra la cara verdadera del plan al que se está enfrentando Siria y que pretende perjudicar su seguridad y estabilidad", afirmó el comunicado.

Las imágenes televisivas mostraron cuantiosos daños materiales en la zona, así como cadáveres carbonizados.

La última vez que se cometió un ataque de ese calibre en Damasco fue el 27 de septiembre de 2008, cuando el estallido de un coche-bomba causó la muerte de 17 personas e hirió a otras 14 en la zona de Saida Zainab, que alberga una mezquita chií del mismo nombre.

Ese ataque fue supuestamente perpetrado por miembros del grupo terrorista suní Fatah al Islam, que confesaron su autoría ante la televisión siria y dijeron haber recibido dinero de la coalición antisiria libanesa.

El atentado de ayer es el mayor que vive Siria desde la década de 1980 y coincide con un momento de gran tensión en el país, marcado por la represión de las protestas gubernamentales que ha dejado más de 5.000 muertos desde marzo pasado, según Naciones Unidas.

Mientras que Damasco apunta al terrorismo, los opositores culpan de la violencia a la represión del régimen.

En este contexto, un grupo de observadores de la Liga Árabe llegó el jueves a Siria para comprobar sobre el terreno el cumplimiento de la iniciativa árabe para solucionar la crisis en el país, la cual estipula -entre otros puntos- el cese de la violencia, la liberación de los detenidos en las protestas y el repliegue militar de las ciudades.

La misión de observadores fue aceptada por las autoridades el lunes, cuando firmaron con la Liga Árabe un protocolo por el que se comprometieron a garantizar la libertad de movimientos de la delegación, que irá llegando al país progresivamente. Los observadores visitaron ayer el lugar de los atentados, según la televisión oficial, que no dio más detalles.

Autoría

Por su parte, el Consejo Nacional Sirio (CNS), el principal órgano de la oposición siria, responsabilizó al régimen del presidente Bachar al Asad de los atentados.

El portavoz del CNS Omar Edelbe explicó que el régimen pretende "desorientar" a los observadores árabes y hacer creer que está "enfrentándose a un peligro externo y no a una revolución popular".

En el resto del país, mientras tanto, continuó la violencia y, en este sentido, los opositores Comités de Coordinación Local destacaron que al menos 16 personas murieron por la represión, ocho de ellas en la provincia central de Homs, uno de los bastiones de la oposición al régimen.

En el denominado por los opositores como el "viernes del protocolo de la muerte", los Comités recordaron que desde que llegó la delegación árabe el número de víctimas ha ascendido a 56 personas.

Las campañas de arrestos y la represión de las manifestantes prosiguieron en provincias como Idleb (norte), Deraa (sur) o Dir Zur (este).