Minutos antes del estreno, el universo invisible del musical "Sonrisas y lágrimas" se asemeja a un hormiguero en plena fase de recolección. En los laberínticos pasillos del Auditorio de Tenerife se concentran los nervios de los productores, las prisas por entrar en escena de los actores, los últimos retoques de los encargados del vestuario... Julio Awad, director musical del proyecto que lleva la firma del donostiarra Jaime Azpilicueta, se dirige al foso donde esperan los miembros de la orquesta. Antes, un mensaje, en la frontera de un grito, resuena una y otra vez cada vez que éste sobrepasa la puerta entreabierta de un camerino, de la estancia en la que los peluqueros dan un repaso final a la melena de un niño, del almacén en el que cuelgan de forma eficiente los ciento cuarenta trajes que se van a utilizar durante la función: "Mucha mierda".

Después de dos horas de intensos preparativos no queda margen para la duda. Los responsables del vestuario -nueve personas han viajado a Santa Cruz para el estreno- se concentran en ver si los intérpretes lucen bien sus ropas, una de las monjas retoca su maquillaje -a los actores y actrices se les imparte un curso para que ellos mismos se apliquen el rimel las cremas y los coloretes- y las gargantas se adaptan a la estrofa de una canción que se incluye en el repertorio concebido por Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II para ir cogiendo el tono. "Sonrisas y lágrimas" está en la línea de salida de su aventura española.

La última piña se monta detrás de una puerta de grandes dimensiones que permite el acceso a los laterales del escenario. Ahí se conjuran los protagonistas de la función para dar lo mejor de sí. Los catecismos de las religiosas sobrevuelan las cabezas, hay gritos para confirmar que todo está más que atado, los niños buscan el contacto de un mayor, especialmente Silvia Luchetti (María), que está a punto de entrar en acción. Los aplausos tienen el mismo sonido que el de los futbolistas que se enfrentan a una final de Champions. En cuanto las monjas dejan la caja escénica, el Do, Re, Mi está más cerca...

Desde abajo la escenografía es apabullante y en las gradas se respira una energía de complicidad. "Sonrisas y lágrimas" es como un bizcocho que toma altura a partir del misterioso empuje de la levadura. Solo hay que esperar a que el dulce logre la altura recomendada para su consumo.

El "núcleo" es María

Los movimientos de María (Silvia Luchetti) marcan todo el desarrollo de un musical repleto de fuertes emociones. La gracia con la que recorre el escenario, sus interpretaciones y el primer encuentro con los siete hijos del capitán Geog von Trapp es altamente contagioso. A partir de ahí, es imposible no sentir una atracción por el personaje que inmortalizó Julie Andrews. Sus "coqueteos" con los más pequeños de la casa en diferentes escenas son amenos, efervescentes y pedagógicos, pero, sin duda, el pulso que tiene con la madre abadesa (Noemí Mazoy) es capaz de conmover a la audiencia con unos registros propios de un formato operístico.

Las apariciones de Mazoy son estelares. Ella es el Guadiana de un musical que revive en cuanto ésta se hace visible. La abadesa fue una de las que más aplausos recogieron en la despedida; justo cuando se activa un adiós que levanta a los espectadores de sus asientos. Ella y María están en la primera línea de un elenco que reserva un papel aglutinador al Capitán von Trapp, un personaje de perfil teatral que se mueve con gran habilidad en dos terrenos: la representación y la interpretación musical. Carlos J. Benito es el complemento ideal de María, un actor que experimenta una lograda evolución. Y es que al final del segundo acto no queda ni rastro de la rectitud con la que el patriota Von Trapp convoca a sus hijos -a golpe de silbato- cuando recibe la visita de la novicia que se va a hacer cargo de la educación de sus descendientes.

Loreto Valverde (la baronesa) y Jorge Lucas (Max) cierran el cupo de los protagonistas con peso en una historia que les entrega unas apariciones divertidas y fugaces, pero en ambos casos bien resueltas. Pero "Sonrisas y lágrimas" no se puede contar sin la participación de los miembros más pequeños de la familia Von Trapp. "La presencia de los niños en la escena otorga vitalidad a un espectáculo que está bien armado.

Como bien apuntó Jaime Azpilicueta en una entrevista concedida a EL DÍA, "la gente que venga a ver el musical no puede establecer una comparación con la película, ya que el Sonrisas y lágrimas cinematográfico tiene unos estímulos visuales que son muy difíciles de llevar a un teatro". Cierto. El cine no te permite un final del primer acto tan impactante como el que se pudo ver anoche en el Auditorio de Tenerife Adán Martín. Y es que el estreno de "Sonrisas y lágrimas" en territorio español no dejó indiferente a nadie. El público abandonó la Sala Sinfónica tarareando el Do, Re, Mi... Una velada que dejó el aroma de una cita histórica para el género musical.

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