La magia de la Navidad será la protagonista de la próxima actividad programada por la Fundación Cristino de Vera-Espacio Cultural CajaCanarias y que consistirá en sesiones de cuenta cuentos a cargo de la compañía Tragaluz para proporcionar a niños y jóvenes una semilla de motivación a la lectura a partir de la narración oral escénica, para que deje de constituir una "obligación inanimada" y pase a convertirse en una actividad sugerente y divertida.

Esta iniciativa arranca este miércoles a las 18.30 horas en la sede de la entidad lagunera, en la Calle San Agustín, con la adaptación realizada por Martha Quiñones y Darío Cardona del cuento de Gianni Rodari ''El perro que no sabía ladrar''.

La obra de este autor, calificado como un "pedagogo de la imaginación", constituye un tesoro para cualquier tiempo y lugar, y que siempre permite al espectador enriquecerse con sus binomios fantásticos y ofrece agudas aportaciones a los cuentos tradicionales, con el objetivo de dejar que la imaginación y la fantasía de sus historias nos ayuden a conocernos mejor, a tomar partido, a ser creativos, y ser mejores personas para nosotros mismos y para la humanidad.

En este relato, un perro descubre que el no saber ladrar le hace vulnerable y abandona la ciudad para no sufrir las burlas de los demás. En el campo se encontrará con varios animales que le enseñan su lenguaje, y aunque practicando lo aprenda, no es el ladrido de un perro. Pero nunca se da por vencido. Bastará con doblar la esquina y por sorpresa encontrarse con el maestro adecuado: otro perro.

La siguiente sesión está prevista para el miércoles 4 de enero, a las 17.30 horas en el mismo espacio. El espectáculo consistirá en esta ocasión en una ''Sopa de cuentos'', cuyos ingredientes son diferentes adaptaciones de textos de Arnold Lobel, dramatizados por Martha Quiñones.

Las historias de este escritor trasladan al espectador a través de la narración oral escénica a un maravilloso mundo plagado de personajes tiernos e ingenuos, que habitan en un territorio imaginario ordenado y lleno de amor; tal vez el lugar en el que todos querrían vivir.

En este particular escenario, un ratón que lee plácidamente debajo de un árbol es atrapado por una comadreja, quien lo lleva a su casa para preparar una deliciosa sopa de ratón; pero el astuto roedor la convence de poner "cuentos" a la sopa. La comadreja se sienta a escuchar, y una vez terminadas las cuatro historias, debe conseguir algunos ingredientes que se nombraban en estas. La ingenua comadreja sale de su casa, lo que aprovecha nuestro ratón para volver debajo del árbol para continuar con su lectura.

Para los integrantes de Tragaluz, la tarea de contar un cuento es un acto intenso de comunicación, ya que escuchar un cuento supone una relación directa entre la palabra y el espacio que se crea o se ''re-crea'' a través de ella. El tiempo se revive en cada momento de la narración porque, con la misma, nace, vive y muere, lo que configura un momento único y mítico a la vez.