AFIRMÓ el exministro Manuel Pimentel en el "Día del Auditor de Canarias" en el por-cierto-recién-remozado-en-tiempos-de-crisis hotel Mencey de Santa Cruz de Tenerife; un escenario perfecto, sea dicho de paso, ambiente solo comparable con el cinematográfico "Rick''s Bar" de Casablanca.

Desconcierto. Así describió el estado de ánimo de los ciudadanos y azuzó a los profesionales presentes a seguir en la gestión precisa de los números, certeza capaz de contrarrestar la desconfianza dominante. Se decantó por el equilibrio entre tecnócratas y políticos para salir de la crisis y usó la teoría de la evolución de las especies para preguntar qué hace cada cual para adaptarse a nuestra realidad cambiante: "No sobrevive el más fuerte, sino el que se adapta".

Puso a los ayuntamientos españoles como ejemplo de inadaptación al cambio. Desde la recomendación envenenada del ínclito Pedro Quevedo a todos los alcaldes desde el púlpito de la FECAM, "hagan lo que deban aunque deban lo que hagan", hasta el actual comportamiento de funcionarios y políticos que siguen pensando que alguien vendrá a arreglarlo todo. "Los dejarán caer", dijo, y anunció el colapso de las entidades locales.

Habló de las personas, de cómo somos, de nuestra condición gregaria tan falta de racionalidad, tan necesitada de líderes que compartan y emocionen. Y no sé muy bien por qué explicó la diferencia entre conocimiento y sabiduría, alquimia que añade sentido común, experiencia y visión de futuro. Y citó a Bernanke, que sostiene que en economía se pasa de la euforia al pánico en un instante; diagnóstico preciso para el "Homo ibericus",tan apasionado y ahora en verdadero estado de shock.

También nos previno de los "vampiros de energía", de quienes pretenden inspirar lástima y aplauden todo mal pronóstico con total solemnidad: "El año que viene, peor". Quién no conoce alguno. En cualquier caso, siempre entusiasta, Pimentel invocó la conducta individual: "No sé cómo será el año que viene, pero sí sé que voy a luchar para que sea mejor para mí". Actitud positiva propia de este optimista nato.

Y trató sobre el problema del paro, claro, y se atrevió a llamar antiguo al Estatuto de los Trabajadores -muchos ya nos habíamos dado cuenta- con su ninguna flexibilidad. Y reclamó una reforma laboral para parecernos a Holanda o a Suecia; qué bueno, alguien que piensa en copiar lo mejor de nuestros socios, y sin embargo amigos, del norte.

"Primero cayó Islandia y después le tocaba a España; después fue Irlanda y nosotros éramos los siguientes; después Grecia y también íbamos detrás; Portugal y ahora sí; por último Italia y ya llega nuestro turno...", el razonamiento según la lógica desenfocada de quien continúa deprimido. Y, visto lo visto, don Manuel concluyó: "Aquí hay país". Lo suscribo.

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