No hace mucho tiempo, el presidente de CEOE/Tenerife, José Carlos Francisco, declaraba que había que construir una especie de Las Vegas en el sur de Tenerife. Se trata de un titular más; de esos que cuando repasamos las hemerotecas nos recuerdan a un tiempo que nunca existió.

La idea, como tantas otras, no es mala. Todo lo contrario. Canarias no va a salir adelante sin proyectos novedosos y sin personas capaces en las empresas y en las instituciones. Yo estoy harto de ver a empresarios rematadamente magos, magos peludos, hechos a sí mismos pero incapaces de refinarse y de adquirir mundo en los viajes; porque lo que hacen, cuando salen, es arrimarse a las barras de los hoteles a ver culos y a hincharse de güisqui. Lo digo con horror y con pesar y hago las excepciones de rigor.

Con estos bueyes no se fabrica Las Vegas. Con este tejido empresarial empobrecido y embrutecido, tampoco. Porque la economía canaria se ha construido sobre presupuestos de boca chica, sin aspiraciones, sin mundología, sin altura de miras, cada uno por su lado. Aquí mandan los fiscales ecologistas, los jueces que la hacen y se van, los empresarios embrutecidos, los políticos ignorantes y los que se dicen amantes de la Naturaleza, convertidos en una asociación infame del "no a todo", bañados todos ellos por leyes ininteligibles y contradictorias que hacen imposible la inversión y dan pábulo al chanchullo.

En Canarias nadie invierte ya, merced a sus normas absurdas. Pongo un ejemplo: en el Puerto de la Cruz nadie puede explotar comercialmente, con licencia, un sótano que no esté comunicado con una oficina. Y una compañía como Globalia lleva solicitando una licencia al Ayuntamiento tres años y todavía no la tiene, por problemas de normativa urbanística disparatada. ¿Así quieren construir Las Vegas? Así no se construye ni otro Cho Vito.

Se han cargado Canarias y dudamos que las islas tengan remedio, a no ser que se deroguen las normas que sobran y que se contradicen, que se ridiculice a los ecologistas ramplones, que se cambien muchas mentalidades y que los empresarios embrutecidos den paso a sus hijos, probablemente con mayor formación y mundología, aunque acaso con menos inteligencia natural.

Estamos un poco cansados de advertir a estos magos peludos que pueblan las instituciones y los órganos de decisión de que así, no. Está bien pedir Las Vegas para el sur de Tenerife, o para el norte, pero antes es preciso cambiar muchas neuronas, que patinan en el mar proceloso de la estupidez. Ojalá que no se quede todo en un titular efímero de prensa, con el que sonriamos cuando tiremos de hemeroteca dentro de un lustro. Ojalá que esto cambie, pero lo dudamos mucho. Porque estamos rodeados de rebenques que hacen que Canarias no sea un paraíso.