C UANDO ayer hablábamos de los despropósitos en la gobernanza de Canarias no nos referíamos solo a las actuaciones meramente administrativas, también incluimos en esa categoría las muestras de despotismo y de absolutismo de que hacen gala tanto el "césar" Paulino Rivero como su esposa, acompañándolo en sus actos públicos cual primera dama de un Estado independiente que, desde luego, no es el caso canario. Aunque ese es, precisamente, el objetivo que debería guiar los actos de ambos, porque ahora estas Islas están sometidas a una nación que ni siquiera está en el mismo continente. Una nación que, en el pasado, propició el genocidio de una raza, la guanche, a la que se llevó por delante en su conquista despiadada. Por fortuna, no se extinguió en su totalidad, y de los supervivientes de la masacre surgieron descendientes que son los que hoy reclaman la independencia de su tierra. Y que las aguas que las rodean también les pertenezcan. Y que dejen de esquilmar su economía a través de sus puertos y aeropuertos, de la extracción de las riquezas del subsuelo marino, y de tantas otras maneras. Porque esas personas, canarios auténticos, aun residiendo en la tierra de sus antepasados se sienten como si estuvieran viviendo en el exilio.

Hace días escribíamos en este Comentario que a Paulino Rivero le gusta más viajar en su helicóptero presidencial que a un niño una tiza. Un vicio costosísimo del que sería curioso saber cifras, porque las que ofreció una vez no se ajustaban a la realidad del contrato, como quedó patente en estas páginas. En fin, debe de ser que al presidente canario le encanta viajar a Las Palmas para que lo vean bajar del aparato en plan autoridad máxima; no como un servidor público, que es lo que dicen ser los políticos cuando acceden al cargo.

Muy al contrario, Rivero se comporta como un césar romano, cuando en realidad parece más un suricato fuera de su hábitat. Porque, al fin y al cabo, esta tierra, que también debería ser suya, no lo es. Porque es de la nación a la que él rinde cuentas. Y para dejarlo claro se entrevista con el nuevo ministro canario del Gobierno español en el terreno de este, allá en la tercera isla, donde se sabe que tienen sus poderes los dos grandes partidos estatalistas. Por eso les decimos, una vez más, a quienes todavía no estén avisados: a los canariones, ni agua; con los canariones, ni a misa. Vean, vean los nombramientos que está haciendo -o sugiriendo a sus compañeros de Gabinete- Soria en el equipo de Rajoy: de momento, 3 de su entorno por uno de Tenerife, con Pablo Matos, de momento, en el ostracismo.

Pero lo que de verdad importa es la nefasta influencia que tiene Paulino Rivero en el devenir de las Islas. Él y su esposa vienen a ser como una plaga bíblica que se ha abatido sobre Canarias, dejándola destrozada por el paro, la miseria y el hambre. De momento, los que no tienen trabajo superan los 265.000, muchos de ellos ya con 400 euros de la ayuda social y otros sin ninguna. Porque su situación de desempleados se ha prolongado tanto que han consumido el plazo legal en que se puede percibir la prestación por desempleo. Y qué decir de las listas de espera de la sanidad pública; o del deterioro de la educación; o de esa nota de suspenso -la peor del Estado- en la aplicación de la Ley de Dependencia; o de esos jóvenes que vuelven a emigrar porque aquí no se les ofrece ninguna oportunidad. Desastre sobre desastre.

Y mientras, las riendas del Gobierno canario siguen en manos de alguien sin preparación suficiente, solo dotado de astucia para la maniobra política, experto en el regate corto y ayuno de cualquier idea útil para remontar la crisis. Encontró a un socio necesitado, ávido de tocar poder, y aprovechó la situación para mantenerse en el machito otros cuatro años. Mientras, a los canarios... que les den. Eso es lo que piensan en su fuero interno el "césar" y su consorte.

Ayer, quien dice estar al tanto de todo lo que afecta a Canarias reaccionó a una noticia que publicó EL DÍA, y se dirigió a la prensa diciendo que iba a pedir a Mariano Rajoy que revise el sistema de financiación autonómica instaurado en 2009 porque es injusto para las Islas. Naturalmente, ni él ni esos medios nos citaron, pero se estaban refiriendo a la información desarrollada en las páginas 16 de nuestra edición del martes y 14 de ayer, sobre el estudio realizado por un instituto catalán que demuestra, en resumen, que Canarias es la comunidad que recibe menos financiación estatal por habitante. En total, está perdiendo 600 millones de euros al año.

En otras palabras, cada vez somos más colonia y nos alejamos de los estándares de vida de la metrópoli. Y el gran "conducátor" estaba esperando a que lo dijera EL DÍA para actuar. Porque no creemos que a lo que estuviera esperando es a que Rajoy tomara posesión. ¿O es que hay algo más que no sabemos? Todo es posible cuando la torpeza se alía con la ambición personal. O, como dice la gente de la calle, qué atrevida es la ignorancia.