La ilusionante llegada cada año por estas fechas de los Reyes Magos desde las lejanas tierras de Oriente trae consigo, además de la felicidad que lleva implícita la presencia de estas míticas figuras portando regalos, algunos productos y, más concretamente golosinas, que convierten este día en una dulce celebración.

Aunque no se trata de una tradición canaria, como es el caso de las truchas, el roscón representa hoy por hoy, sin ninguna duda, el producto más clásico y consumido y, a propósito, el obrador de la Pastelería Díaz trabajaba estos días a destajo para tener esta delicia en su punto y a disposición de sus clientes.

Pero no es el único dulce del que se puede disfrutar el 6 de enero y es que regalar carbón representa una costumbre muy antigua. La idea surge, principalmente, de la misma figura de los Reyes Magos. Ellos obsequiaban a los niños con regalos y, si no se habían portado bien, en su lugar les entregaban carbón. En un primer momento, los obsequios se limitaban a necesidades de la vida cotidiana, pero el carbón ya estaba presente: Melchor se encargaba de regalar ropa o zapatos; Gaspar repartía golosinas, requesón, miel o frutos secos, mientras que Baltasar cumplía la función de "malo" del grupo, castigando a los niños que se habían portado mal, dejándoles carbón, leña o piedras. La tradición en España conserva sólo el carbón, elaborado a partir del azúcar y con un apetecible sabor.

El carbón dulce es un preparado a base de azúcar y agua (denominado glasa). El modo de elaboración consiste en conseguir una especie de espuma que, al enfriarse, se parece al carbón, de ahí el nombre. Eso sí, previamente hay que colorear el compuesto con humo negro. El primer paso es preparar la glasa en frío: azúcar lustre en un 80% y agua en un 20%, hasta obtener una masa homogénea a la que se da color para que obtenga su aspecto tradicional.

Seguidamente se prepara un jarabe, también con agua y azúcar común, hasta que alcanza el punto de caramelo blando, esto sucede a 128º C aproximadamente. Al conseguirlo, se retira del fuego y se añade la glasa elaborada anteriormente. Sin dejar de remover en círculos, el conjunto esponja y sube en forma de espuma. Lo dejamos enfriar y ya tenemos nuestro dulce listo.

En Pastelería Díaz, el carbón dulce sorprende, además de por el atractivo de su sabor, por la magia de sus vivos colores y es que a las clásicas piedras de color negro las acompañan también deliciosas piezas en tonos azules, rojos, amarillos... ¡Ummmm!