Una fuerte explosión, atribuida por las autoridades sirias a un terrorista suicida, causó hoy en Damasco la muerte de más de una veintena de personas, muchas de las cuales resultaron mutiladas, y heridas a 63 dos semanas después de que la capital siria sufriese otro sangriento atentado.

Según explicó el ministro del Interior, Mohamed Shaar, las autoridades confirmaron la muerte de 11 personas, pero el grado de destrucción fue tal que muchos cadáveres quedaron reducidos a pedazos, por lo que se calcula que pueda haber al menos 15 fallecidos más.

El ministro agregó que el atentado, perpetrado por un terrorista suicida que hizo explotar una carga explosiva que llevaba encima, tenía como objetivo un autobús que transportaba a miembros de las fuerzas de seguridad sirias.

En un comunicado, Interior informa de que a las 10.55 hora local (08.55 GMT) un terrorista detonó los diez kilos de explosivo muy inflamable que llevaba encima a la altura de un semáforo junto a la escuela de enseñanza primaria Hasan al Hakim, en el céntrico barrio de Al Midan.

La explosión causó también grandes daños materiales en los vehículos y edificios cercanos como una comisaría.

La policía científica recogió los restos mortales y las pruebas en la escena de los hechos para tratar de identificar a todas las víctimas, así como al terrorista.

El Gobierno sirio aseguró que "golpeará con mano de hierro a cualquiera que se atreva a atentar contra la seguridad de la patria y del ciudadano", y pidió a los ciudadanos sirios que colaboren con las autoridades.

Según pudo constatar Efe, el lugar del atentado estaba cubierto poco después de la explosión por una gran mancha de sangre que llenaba la calzada y los vehículos calcinados.

La imagen dantesca se completaba con la destrucción de los edificios colindantes, entre ellos la comisaría a solo diez metros de la explosión, la escuela, locales comerciales o una mezquita, que presentaban graves desperfectos.

Miles de personas se congregaron poco después del atentado en una gran manifestación de apoyo al presidente Bachar al Asad en los alrededores del lugar, con banderas sirias, retratos del mandatario y coreando proclamas en su defensa.

Sin embargo, la oposición que reclama la renuncia de Al Asad se apresuró a desvincularse del crimen y a hacer responsable de este ataque al propio régimen.

El principal movimiento opositor, el Consejo Nacional Sirio (CNS) aseguró en un comunicado que el atentado "lleva claramente las huellas del régimen".

Esta coalición señaló también que ya había advertido previamente de que el régimen planeaba realizar ataques con bombas en diferentes partes de Siria.

En declaraciones a Efe, el "número dos" del Ejército Libre Sirio (ELS), que agrupa a los militares desertores, Malik Kurdi, negó categóricamente que su grupo esté detrás del atentado y acusó del crimen a los servicios secretos sirios "para falsificar la realidad de la revolución y aterrorizar a los manifestantes".

Como indicios de la implicación del régimen, apuntó que el crimen tuvo lugar en el céntrico barrio de Al Midan, uno de los bastiones de la oposición a Al Asad en Damasco, y destacó que se produjo solo dos días antes de que la misión de observadores de la Liga Árabe hagan público su primer informe sobre la situación.

La misma opinión fue expresada, en un comunicado, por los islamistas Hermanos Musulmanes sirios, que apuntaron que "es una explosión cuya fecha, lugar y resultados señalan claramente a la identidad de sus autores".

El atentado de hoy es el segundo de estas características que tiene lugar en las últimas dos semanas en Damasco, que tradicionalmente ha quedado al margen de grandes ataques terroristas.

El pasado 23 de diciembre, dos fuertes explosiones casi simultáneas causaron 44 muertos en el distrito de Kafar Souseh, cerca de dos edificios de los cuerpos de la Seguridad y la Inteligencia, que las autoridades atribuyeron también a la acción de terroristas suicidas.