El historiador del arte y gestor cultural Carlos Díaz-Bertrana y el abogado, escritor e historiador Mariano Gambín son los respectivos ganadores del XLII Premio de Periodismo Leoncio Rodríguez y del XXXIX Premio de Investigación Histórica Antonio Rumeu de Armas, concedidos ayer por los jurados reunidos en las dependencias de EL DÍA, que en ambos casos adoptaron sus decisiones por mayoría.

Díaz-Bertrana Marrero logró el primero de dichos reconocimientos gracias a su artículo "Envenenados", publicado en EL DÍA el pasado 23 de noviembre, texto en el que denuncia la impunidad de los poderes financieros que han causado la actual crisis, a la vez que pone de relieve la inacción de los gobiernos elegidos por los ciudadanos, principales víctimas de la debacle económica.

Por su parte, Gambín García se alzó con el Rumeu de Armas gracias a su indagación sobre la misteriosa torre de Santa Cruz de la Mar Pequeña, levantada a finales del siglo XV en el Sáhara y objeto de su estudio "En busca de la torre perdida". Este artículo fue publicado el pasado 19 de noviembre en el suplemento semanal La Prensa de EL DÍA.

Los dos galardones son convocados anualmente por la empresa editora de EL DÍA, que en sucesivas ediciones dominicales reproducirá los últimos trabajos premiados.

Al igual que en la pasada edición, los jurados estuvieron compuestos por el catedrático y filólogo Ramón Trujillo Carreño; el catedrático, escritor y político Juan-Manuel García Ramos; la historiadora, miembro del Instituto de Estudios Canarios y de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife Fidencia Iglesias González; el periodista y escritor, además de colaborador de esta Casa, Andrés Chaves; el también escritor y periodista Eliseo Izquierdo; el editor y director de EL DÍA, José Rodríguez Ramírez, que presidió ambos jurados, y Julio Rodríguez de la Plata, subdirector de El DÍA, en calidad de secretario con voz y voto.

Crisis lacerante.- "Supone para mí un orgullo y una gran satisfacción recibir el premio de un periódico en el que, además, trabajé hace años, concretamente en la segunda etapa (1985-1987) del suplemento Tagoror de las Letras y las Letras". Con estas palabras saludaba ayer Carlos Díaz-Bertrana la concesión del Premio Leoncio Rodríguez de Periodismo, gratitud que extendía a los responsables del periódico "por la generosidad al permitirme publicar un texto tan largo".

No fue un espacio dispensado en balde, ya que en él Díaz-Bertrana reflexionaba sobre las causas de la actual crisis económica, sus causantes, sus agentes y sus víctimas, que, como sucede en todas las hecatombes históricas, son siempre los más débiles.

Así, los ciudadanos padecen la crisis en todas sus vertientes, una de las cuales es la creencia política de que no merece la pena explicar aquello que los "administrados", vistos como párvulos, no van a ser capaces de entender.

"Los ciudadanos no son tan infantiles como creen los dirigentes políticos", argumenta Díaz-Bertrana respecto al asunto tratado en su artículo "Envenenados". "Precisamente habría que explicarles -dice- por qué en España se han dado avales a la banca con fondos públicos y luego ésta, en vez de facilitar los créditos, no ha hecho sino repartir beneficios entre sus accionistas".

Esta crisis, según el analista, ha hecho que "el Estado aparezca como un instrumento al servicio del poder financiero".

No obstante la dureza de sus acusaciones, Díaz-Bertrana considera "un símbolo" la llamada de atención del recién constituido Gobierno, que ha instado al Banco de España a que no premie a los gestores que han colocado a las entidades de crédito en la actual situación, que afecta a todo el país.

"Es alucinante que dirigentes de entidades intervenidas o a las que se ha inyectado dinero público, ganen hasta treinta veces que el presidente del Gobierno", dice el autor, que no duda en calificar de "provocación" la actitud adoptada por los banqueros respecto a la ciudadanía de la que se han servido, a través del Estado, para sanear sus cuentas.

"Ahora resulta que las ganancias vuelven a ser para ellos y las pagamos todos los ciudadanos", critica.

Pese a que, en su opinión, los políticos aparecen a menudo como "extraterrestres" en un mundo dominado por los mercados, "es incierto que no tienen nada que hacer". Precisamente, arguye, "son los políticos quienes tienen que jugar un papel decisivo en este tema", lejos de la impotencia que se les atribuye y que ha sido contestada por algunos premios Nobel de Economía, sabedores de que la solución al problema no consiste solo en aplicar recortes.

Como se temía, la cultura ha sido uno de los sectores más afectados por el tijeretazo político, tanto en el conjunto del Estado como en el ámbito de Canarias.

El que fuera director general de Cultura del Gobierno canario entre 1987 y 1993 y responsable de numerosas instituciones culturales a lo largo de su trayectoria, estima que los responsables autonómicos deben reflexionar "sobre lo que representa la cultura para un pueblo", máxime cuando el sector canario de la cultura ha demostrado ser "solidario", además de "productivo", pues "genera beneficios, sociales y económicos, además de puestos de trabajo".

"Todos estamos de acuerdo en que se rebajen las partidas presupuestarias en todas las áreas -concluye-, pero creo que aquí se les ha ido la mano y que, por pasarse en el recorte, pueden haber propiciado un problema mayor: el desmantelamiento de la industria cultura en el Archipiélago".

En la estela de Rumeu.- El triunfo profesional y la buena acogida dispensada a sus novelas "Ira Dei" y "El círculo platónico" hace que Mariano Gambín reciba con alegría, pero también con serenidad, la noticia de la concesión del Premio Rumeu de Armas.

"Cuando uno se presenta a un premio es con la esperanza de ganarlo", razona el autor, que no obstante se considera doblemente honrado por la concesión. "Es un doble honor para mí -admite-, ya que el galardón lleva el nombre del historiador más ilustre que ha dado Canarias y, por añadidura, soy un seguidor de las materias que él estudiaba y en cuya investigación me he especializado".

Para Gambín, Rumeu es una autoridad en lo que se refiere a la presencia de España en el África atlántica, la conquista de Tenerife y la piratería. Los estudios del eminente investigador tinerfeño, nacido hace un siglo en Santa Cruz de Tenerife y fallecido en 2006 en Madrid, han sido determinantes en la elaboración de su propio trabajo, que sigue la línea trazada por su antecesor.

La torre de Santa Cruz de la Mar Pequeña, erigida en 1496 en la costa de Berbería, en el actual Marruecos, es, según el autor, "la huella más antigua de los canarios y los castellanos en África". Pese a ello, no ha suscitado el interés de los historiadores canarios modernos, lo que Gambín atribuye al hecho de "encontrarnos a la vez muy cerca y muy lejos".

"Únicamente faltaba que un historiador viajara y verificara la existencia de la torre", apostilla.

No solo la curiosidad: un mapa del siglo XIX y una foto de satélite fueron las pistas que llevaron al escritor a emprender un viaje privado hacia ese enclave, al que fue conducido por lugareños. Lo que allí encontró fue una base cuadrada hecha de sillares, resto de una construcción que fue sufragada por el gobernador Alonso Fajardo junto a la torre gemela de la Isleta, en Gran Canaria, "justo en el año que concluye la conquista de Tenerife".

Para Gambín, la de la costa africana no era "una torre de agresión, sino de paz", y fue levantada para acoger una guarnición que salvaguardase el tráfico comercial, dado que por la zona transitaban tribus bereberes que, en unos casos, eran aliadas, pero que, en otros, encubrían clanes nómadas de naturaleza hostil.

"En busca de la torre perdida" podría dar pie a una futura novela, pero Gambín admite que por ahora es el punto de partida de una investigación que espera ampliar y desarrollar. Entretanto, afirma, "Rumeu de Armas sigue vigente".