MUCHAS VECES hemos enumerado en nuestros editoriales las múltiples y poderosas razones que existen para que Canarias deje de ser una infame colonia española y se convierta en un país libre; en una nación esplendorosa y dueña de su propio destino. Algunas de esas razones son históricas. No podemos perder de vista que estas Islas constituían un territorio independiente habitado por un pueblo, generalmente conocido como el pueblo guanche aunque los pobladores de cada isla poseían su propia denominación, poseedor de una estructura familiar y social vilmente arrasada por los invasores españoles al inicio de uno de los mayores holocaustos que ha conocido la historia europea, y aun mundial, y que acabó tras casi cien años de lucha con el sometimiento y la esclavitud de todo el Archipiélago. Una esclavitud colonial que se ha perpetuado durante seis siglos, nada menos que seis siglos, y que hoy en día seguimos padeciendo aunque sea una esclavitud administrativa, pues las oficinas de la Hacienda española, cada vez más voraces en su intento de llenar las muy depauperadas arcas públicas de un país arruinado, esquilman sin cesar nuestros bienes. Una exclavitud administrativa y de las libertades en general.

ESTA circunstancia nos lleva a una segunda serie de razones para ser libres y cuanto antes mejor: España es un país pobre y empobrecido que siempre ha necesitado esquilmar a otros territorios para sobrevivir. Lo ha hecho con Canarias y también con sus antiguas colonias americanas y asiáticas, cuyas riquezas saqueó sin límites y a cuyos habitantes esclavizó sin piedad hasta la muerte por extenuación. Sin embargo, Canarias siempre fue una tierra favorecida por la naturaleza; estas siempre habían sido unas islas prósperas llamadas afortunadas. Dos son las causas de que actualmente hayamos perdido esa envidiable condición. La primera es nuestra situación colonial. La segunda, el mal Gobierno que tenemos. Estamos dirigidos por un vil político que se comporta de una forma despótica para atender a los intereses de sus amigos y allegados, pero no a las conveniencias de un pueblo al que prometió defender desde una postura nacionalista; es decir, desde una postura contraria al sometimiento colonial. Por eso reiteramos, aunque nos duela decirlo ya que en su día confiamos en él, que Paulino Rivero es un traidor político a su pueblo. Tan traidor como lo fueron en los aciagos y criminales años de la conquista los pobladores de la tercera isla, desde entonces denominada Canaria aunque hoy sus dirigentes políticos se amparen en un error histórico para llamarla engañosamente "gran" Canaria, cuando se unieron a las huestes invasoras para facilitar la derrota de los guanches de Tenerife.

LO reiteramos para que nadie se engañe: mientras no nos libremos de este político torpe y caciquil y también de los españoles que nos sojuzgan, seguiremos padeciendo todos los males que nos aquejan. Continuarán las colas del hambre, las muertes en las listas de espera para recibir asistencia hospitalaria, la emigración forzada de nuestros jóvenes, la desatención de nuestros mayores por falta de medios y, para no cansar repitiendo una larga lista de calamidades conocidas por todos, continuaremos con una situación de pobreza sobrevenida de la que nos resultará, lo repetimos, imposible salir. Culpables: los españoles, Paulino Rivero, Ángela Mena (una peligrosa y rapaz ave exótica española que prefiere la peineta española al traje de maga) y toda la comparsa de Coalición Canaria mendigando en Madrid el favor de quienes nos avasallan y empobrecen.

QUÉ vergüenza (vergüenza ajena y propia) sentimos cuando vemos al inepto y cínico político que nos gobierna exigiéndole a Rajoy unos centenares de millones de euros, más o menos de la misma forma en que antes le pedía agua en cestas al infausto Zapatero, cuando todo el dinero que están dispuestos a darnos los españoles sólo es una cantidad ínfima de lo mucho que roban de nuestra tierra. España no quiere soltarnos como colonia, no quiere permitir que seamos un país libre, no quiere ni oír hablar de nuestra independencia porque no quiere (ni puede) soltar la teta canaria.

OTRA de las razones, también expuesta de manera reiterada en nuestros comentarios y editoriales, para que dejemos de ser una colonia y nos convirtamos en una nación con su propio estado es la proximidad de Marruecos. Estamos (también esto nos vemos en la obligación de repetirlo) en la Zona Económica Exclusiva de Marruecos y lo seguiremos estando mientras seamos el archipiélago de un Estado que, para más inri, se encuentra situado en otro continente, y no un estado archipielágico (es decir, una nación con su estado propio) que es lo que nos corresponde ser. Todo esto parece un simple juego de palabras, pero en realidad estamos ante la clave del peligro potencial más grande que nos acecha como una terrible espada de Damocles: Marruecos puede ocuparnos cuando lo desee su Gobierno y, además, tal acción no podría impedirla España por la vía diplomática o por la fuerza. España no podría presentar ninguna reclamación en la sede de las Naciones Unidas, como corresponde en un conflicto internacional, porque al reino alauita le asistiría el Derecho internacional, ni tampoco podría recurrir a la fuerza de las armas porque su Ejército, desmoralizado y desautorizado después de casi ocho años de gobierno socialista, sería incapaz de enfrentarse con éxito a las tropas marroquíes. Por lo tanto, Canarias pasaría a ser una provincia marroquí de la noche a la mañana con todas las de la ley y sin que nadie lo pudiese impedir. Una noche nos quitaríamos el traje para meternos en la cama y a la mañana siguiente nos vestiríamos con chilaba para el resto de nuestras vidas. No nos anima la exageración sino la cruel realidad.

A ESTAS razones históricas, económicas y geopolíticas para que seamos independientes cuanto antes cabe añadir, naturalmente, otras que no calificamos de "menores" porque de ninguna forma poseen una importancia inferior a las anteriores. Ante todo, cualquier colonia es, ya inmersos en pleno siglo XXI, un anacronismo. En un mundo que globalmente quiere ser libre y no admite sometimientos (lo demuestran las revueltas que se han producido durante los últimos meses en algunos países árabes), la existencia de territorios sometidos a naciones que les son extrañas (en el caso de Canarias, nada menos que una nación, lo repetimos, en otro continente) supone un insulto contra la dignidad humana. Los seres humanos han sido creados libres por Dios y en libertad deben vivir. El colonialismo, aunque se disfrace astutamente de comunidad autónoma, es la forma más cobarde e indecente de esclavitud. Y la connivencia con los colonialistas (una actitud habitual de CC) constituye un crimen de lesa humanidad que nunca puede quedar impune.

TAMBIÉN impulsan nuestras ansias de libertad e independencia el maltrato y el desprecio que recibimos por parte de los españoles. Los peninsulares (esto también lo hemos dicho en repetidas ocasiones pero no nos cansamos de insistir en ello porque es la pura verdad) nos miran de forma diferente apenas ponemos un pie en sus puertos o aeropuertos. Basta con que abramos la boca y nos oigan hablar para caer en la cuenta de que no somos españoles, porque en realidad no lo somos. Somos canarios y a mucha honra porque ese es nuestro mayor orgullo. No es digno de nuestra noble condición de isleños que nos sintamos inferiores a los españoles de la península, aunque los españoles, sobre todo si son godos, nos traten con aire de superioridad. Sin España podríamos vivir muchísimo mejor. Esta es una realidad avalada por numerosos y prestigiosos economistas. Sin ser una colonia, como decimos anacrónica e infame, tendríamos en nuestras manos el control de todos nuestros recursos, tanto los actuales como los potenciales, y más aún: tendríamos nuestra propia identidad. La identidad de canarios y no la de españoles bastardos, y para colmo europeos ultraperiféricos.

DE los políticos siempre hablamos en su aspecto puramente profesional y nunca en su condición de personas particulares. Claro que si son de baja estatura no lo vamos a omitir, porque no es delito ni pecado; y no vamos a decir de él o de ella que son altos, elegantes y, menos, sosbresalientes. Los políticos sin talla campan desgraciadamente por Canarias practicando una política inmoral e indigna, sospechosa de latrocinio, con vejaciones y desprecios al pueblo. Al pueblo canario, colonizado y sufriente. ¡Abajo los déspotas, las déspotas, los sinvergüenzas políticos, las sinvergüenzas políticas, y los que traicionan a Canarias, no solo desde sus escaños en el Congreso de los Diputados, sino también desde los asientos, terrestres y aéreos, de sus despachos isleños! Si Coalición Canaria espera salvarse y no desaparecer, tiene que hacer desaparecer, ocultar, expulsar o lo que sea a la pareja que ha hundido al mismo tiempo a ese partido y a las familias y empresas isleñas en la miseria y la desesperación. Y todo para favorecer descaradamente a las suyas propias y las de sus amigos del alma. ¡Qué viles dirigentes políticos!